Todos los runners hemos sido víctimas, en mayor o menor medida, de nuestro peor enemigo: las lesiones. Pero una vez asumida nuestra incapacidad temporal para hacer aquello que más nos gusta, siempre tendremos opciones para mantener nuestro estado de forma, si es que la cosa se alarga demasiado. Una de estas opciones podría ser correr en el agua, o también conocido como “aqua jogging”. Este método de entrenamiento está diseñado para trabajar ciertos aspectos que son propios de la acción de la carrera pero sin sufrir impacto.
Así pues, la carrera en el agua deberá realizarse en un lugar profundo, donde no toquemos fondo con los pies, normalmente en la parte honda de una piscina. El cuerpo deberá permanecer en forma vertical, podemos utilizar para ello un cinturón de espuma o un chaleco ajustable que nos de la necesaria flotabilidad. El torso, el pecho y las piernas deben permanecer bajo el agua y los hombros, el cuello y la cabeza fuera de ella.
Una vez colocados correctamente iniciaremos los movimientos que haríamos si estuviéramos corriendo por una superficie estable. La boca debe estar suficientemente fuera de la superficie del agua sin tener que poner la cabeza hacia atrás y pudiendo respirar con total normalidad. La cabeza debe estar orientada hacia delante, no hacia abajo. El cuerpo lo tiraremos levemente hacia delante, sin cometer el error de inclinarse en exceso. Hay que mantener la columna en una posición neutral. Los movimientos de brazos serán exactamente los mismos que haríamos en la superficie. Las piernas las moveremos emulando el gesto de una zancada, alcanzando la flexión de las caderas aproximadamente unos 60-80 grados. A pesar de nuestros movimientos, más o menos bruscos, a penas nos desplazaremos y permaneceremos en un punto estable durante todo el ejercicio, siendo mínimo el espacio requerido.
Con este tipo de sesiones, que pueden ser de igual duración que un día de carrera normal, conseguiremos similares efectos a un entrenamiento de running, incluso con una igual intensidad. Muchos atletas las realizan para recuperarse de sus lesiones o molestias, e incluso también para recuperarse de grandes esfuerzos. El hecho de que el impacto sea nulo ayuda a la recuperación muscular sin dejar de trabajar la parte cardiovascular. Además, también puede considerarse como una posibilidad de entrenamiento cruzado, ya que es la forma biomecánica más específica para hacerlo. Es decir, es la simulación más real a la carrera a pie que podemos realizar.
Una vez recuperados de nuestra lesión, hay que tener en cuenta que debe existir un periodo de transición para volver a correr nuevamente por la superficie terrestre. Lo lógico es sentirse algo raro, como más blando y lento. Esto es normal en función del tiempo que hayamos dedicado a la recuperación, pero en unas cuantas sesiones de running puro y duro, pronto volveremos a adaptar la musculatura a nuestro medio natural para desenvolvernos con la soltura que nos es propia.