#ASICSFrontRunner en la Zurich Marató Barcelona: Marc Cornet

#ASICSFrontRunner en la Zurich Marató Barcelona: Marc Cornet

Hacer el Maratón de Barcelona es sentir, como cada mes de marzo, que las calles de la ciudad donde vives te pertenecen, por encima del tráfico rodado. Supone volver a enfrentarte a ti mismo y a saber si eres capaz de ganar esta batalla deportiva con los 42.195 metros. Precisamente, esta incertidumbre es la que me atrapa de la distancia de las 26 millas. Y poder vivirla en la ciudad donde vivo lo hace todo aún más especial. 

Me gusta correr y me gusta especialmente el mundo de la resistencia. De forma específica, la que he preparado durante las 10 semanas previas al Maratón. Pero durante todo el año corro grandes distancias como modus vivendi. Me gusta correr, a mi ritmo, y cuanto más rato pueda hacerlo, pues mucho mejor. 

La de este año no ha sido mi mejor maratón de Barcelona. El mismo día de la carrera me levanté con gastroenteritis y, a pesar de todo, decidí salir a correr. Me sentí mal, lógicamente, desde el primer metro de la Avenida María Cristina. La Maratón nunca hace excepciones y si estás débil te puede machacar. Puso mi GPS en modo pulsómetro y me guié únicamente por las pulsaciones e intenté pensar -poco- en el dolor de barriga que tenía. Fue un Maratón que se me hizo eterno, y no sólo por el tiempo que tardé en completar la distancia, mucho más de lo habitual, sino porque no disfruté del día D de este viaje que empieza cuando te apuntas a la carrera. Únicamente disfruté -por decirlo de algún modo- de los últimos 195 metros. Los que suelen hacerse eternos. Mi hija mayor, Valeria, me esperaba para recorrer a mi lado, como cada año desde que nació -y ya va hacia los 5 años-, esa distancia mágica que supera los 42 kilómetros”.

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