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Carta a ti, que empiezas a correr

No he podido evitar sonreír. Hoy me he cruzado con un corredor que me ha llamado la atención. Zapatillas de futbol sala, sudadera de algodón, pantalón de chándal y móvil en la mano con los auriculares puestos. Entiéndase mi sonrisa. Me explico. Nada más lejos de la sonrisa burlona. Era más una sonrisa de nostalgia y empatía. Porque muchos de los que leéis estas líneas no corrimos desde pequeños. No pertenecemos a esa casi “clase social” de los que llevan más de 20 años corriendo. Ni fuimos a una escuela de atletismo. E incluso el chico del chándal y el móvil en la mano puede que fueras tú, que empiezas a correr y ahora estás leyendo estas líneas.

Este artículo va dedicado a ambos corredores: los que ya corréis desde hace tiempo y los que estáis comenzando a hacerlo o lo tenéis en mente. A los primeros, recordarles que todos tuvimos un inicio, que tras los miles de kilómetros recorridos, a algunos parece que se les ha olvidado. Y hacen burla o mofa de ese corredor corredora tipo que me arrancaba mi sonrisa de nostalgia. No todos nacimos corriendo por debajo de 4 minutos el kilometro.

Los inicios de un tipo cualquiera que empieza a correr

Para no referirme a nadie, voy a hablar de mis inicios. De cuando un tipo cualquiera empieza a correr. No comencé con un caro reloj gps en mi muñeca. Ni valían más de 100€ mis zapatillas, como pueden valer las que uso en la actualidad. Una aplicación en mi teléfono como única referencia, auriculares con música para distraer la mente y no oír mi agónica respiración, y unas zapatillas de la gama básica del gran generalista del deporte fueron mi compañía en esos dolorosos inicios. Seguro que muchos tuvisteis unos inicios parecidos.

Recuerdo también que corría muy abrigado, con mallas largas y miles de capas de abrigo en la parte superior, más gorro, guantes y badana para el cuello, aunque sistemáticamente a los 10 minutos me sobrara todo. Recuerdo que el ritmo rondaba los 7 minutos el kilometro y que la primera salida se abortó al kilómetro y poco porque creí que me moría. Literalmente ese fue mi pensamiento lejos de hipérboles o exageraciones. Pesaba entorno a los 90 kilos, mis rodillas se quejaban y el corazón se me salía por la boca. ¿Recordáis esa sensación?

Poco a poco empiezas a ponerte en forma

Al día siguiente de correr 2-3 kilómetros, las agujetas me impedían hacer casi ningún movimiento sin ese dolor punzante del musculo reprochándome los largos años de inactividad física. Resulta que la pachanga de los domingos se antojaba totalmente insuficiente para trotar más de 15 minutos seguidos. Recuerdo un día, donde por unos 10 minutos se me olvido todo. Mi cabeza no estaba pensando en que músculo se me iba a romper, si la rodilla operada aguantaría y en mantener el corazón dentro del pecho. Duro poco porque me alcanzo enseguida la fatiga, pero había conseguido trotar unos 20/25 minutos con un ratito placentero entre medias. Ese día cambio todo.

Había descubierto que, tras las quejas iniciales que mi cuerpo me mandaba sistemáticamente, cada vez que comenzaba a trotar había un rato donde todo se estabilizaba. Cosas de cuando empiezas a correr. La cabeza se evadía pensando en otras cosas distintas a un colapso inminente. Y donde todo fluía. Saber que existía ese pequeño momento, ese oasis, realmente marcó la diferencia.

Paso a paso el ratito “bueno” era más largo y la distancia aumentaba

No tardé en llegar a los 5 kilómetros seguidos. Paso a paso el ratito “bueno” era más largo y la distancia aumentaba. Conseguí llegar a 8 kilómetros y mi familia bromeaba sobre si los había hecho en moto al ver mi publicación en Facebook. No tardé en alcanzar los 10 kilómetros. No os voy a aburrir con el resto de mi historial deportivo como corredor popular de maratón y ultratrail.

Hoy me vino a la cabeza todo este camino al ver a ese corredor, que está tratando de emprender el mismo viaje. Y quería animarle a él y a todos los que estáis comenzando a correr con una camiseta de algodón, un chándal y el móvil en la mano. No hagáis caso a las burlas. A las risas ajenas. Todos tuvimos un inicio. Y la mayoría de las veces fue bastante desastroso. Pero eso es lo bonito. A partir de ahí, no se para de aprender. No se para de mejorar. Tú aun no lo sabes amigo, pero seguramente, dentro de unos años, comparta salida en una carrera de maratón contigo,  con el corredor que comenzó a correr con una camiseta de algodón, un chándal y el móvil en la mano. Disfruta del camino.

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