Por fin ya está aquí el otoño. Ya lo notamos hace unos días con el cambio de hora y sus anocheceres tempranos. Ahora se le suma la tan envidiada, para algunos, bajada de temperaturas y el rescate de esas prendas añoradas como son las mallas largas, las camisetas térmicas, los gorros y los guantes.
Frío y oscuridad son dos elementos idóneos para procrastinar. O como a mi me gusta decir, la excusa perfecta para no salir a correr.
La procrastinación o abulia es el mal hábito de aplazar. Y ese mal hábito empieza con nuestro diálogo interno, tan incontrolable e implacable, que hace de las suyas sin piedad.
“Vaya día de trabajo he tenido hoy. Estoy agotado. Mañana puedo hacer las series, que hoy ya es de noche y me da pereza”.
“Me ha dicho el médico que debería empezar a correr. ¿Ahora con tanto frío? Mejor en primavera que hará mas calorcito.”
“La Maratón de Barcelona es en marzo. ¡No queda ni nada! Ya me lo tomaré en serio cuando toque…ahora para qué.”
¿Te has fijado si eres mucho de aplazar? ¿O en cambio, aunque te cueste, cumples con tus salidas semanales?
Voy a explicar un posible motivo por el quizá te cueste realizar tus propósitos, ya sea en tu deporte o en otros ámbitos de la vida.
El exceso de perfeccionismo.
Puede que seas de aquellos corredores que para salir a entrenar tiene que encontrarse descansado o si no, no sale para perder el tiempo. A lo mejor necesitas no sentir ninguna molestia para atarte las zapatillas. Quizá pienses que si es más tarde de las 8 de la noche, con la oscuridad, ya no es ideal salir y por tanto rehúsas. O como es más saludable correr por terreno blando, descartas con rotundidad cambiar la montaña por el asfalto el único día posible que tienes para correr en dos semanas. A lo mejor eres de aquellos que piensa “no, si no puedo entrenar bien, regularmente e ir a bajar mi marca, mejor ni empiezo con el plan de entrenamiento y me dedico a otra cosa”.
Todas estas conductas tienen algo en común: el perfeccionismo. Buscamos las condiciones previas perfectas para realizar la acción deseada. Y si no, con la no flexibilidad propia del pensamiento todo-nada, postergamos la acción para otro momento mejor.
Si eres de este grupo de corredores:
– FLEXIBILIZA TU PENSAMIENTO:
En algunos de los talleres que imparto, enseño a pensar bien. Y el pensamiento todo-nada está marcado en negrita. Si catalogas las cosas como blanco o negro, te tornas una persona inflexible, poco adaptable a los cambios y encarcelada en tus propias creencias. Así pues, al igual que en la vida, en la práctica del running, casi nunca encontrarás las condiciones ideales para correr como te gustaría. Adáptate a lo que tienes, ajusta tus expectativas, prueba soluciones negociadas y date un respiro. Es mejor hacer algo, por poco que sea, que no hacer nada.
– NO TE EXIJAS TANTO:
No seas esclavo de ti mismo. Estírate y proponte mejorar, ¡claro que si! Pero no te encadenes a tus expectativas. No te culpabilices si no consigues alguna meta. Si te despistas, piensa que correr es una fuente de libertad…no vayas en sentido contrario…
– IDENTIFICA LA EXCUSA Y PONLE FRENO
Identifica la excusa a la que te aferras para procrastinar. Hay algunas que son muy poco elaboradas, como la clásica “hace frío”. En este caso, el secreto es no pensar durante el día que por la noche te toca correr a 5 grados. Cuando llegue el momento, simplemente abrígate rápidamente y sal pitando, antes que te de tiempo a pensar. ¡Sin más!
Ahora ya tienes nuevas herramientas para luchar contra las excusas. ¡Abrígate!¡Nos vemos en el asfalto!