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Con la montaña no se juega

Si las marcas de running crean líneas específicas para correr por la montaña, si las carreras completan los cupos al poco de abrir el proceso de inscripción, si para participar en alguna prueba has de opositar con años de antelación y si encima tenemos al mejor corredor de montaña de todas las épocas… no hay duda que el trail running está de moda.

Hace unos años, correr una maratón de asfalto (42,195 km) era todo un desafío y un proceso de preparación. Varios 10.000, al menos dos o tres medias maratones, un largo plan de entrenamiento de cuatro meses de preparación y enfrentarse al temido muro, para al final completar la mítica distancia.

Pero hoy, en la locura del correr por la montaña, e incluso por la alta montaña, quien más y quien menos, se atreve con ‘al menos’ la distancia maratoniana. Y los hay más valientes que con el doble, una centena y muchos con las 100 millas.

Nos asombra ver que muchos de los que toman la salida, son corredores que visitan la montaña algún fin de semana de forma esporádica. ¿Quién se inscribe a una carrera de larga distancia de natación con unas breves tomas de contacto con el agua, o a una prueba de equitación habiendo salido un par de veces a montar a caballo o a un descenso de esquí, habiendo ido alguna semana a esquiar?

Ojo, la montaña es seria, estamos en altura, hace frío, hay pasos técnicos, cuerdas fijas, zonas en las que trepar y las condiciones climatológicas cambian mucho más rápido que en cualquiera gran ciudad.

Todos queremos ser finisher, colgar la foto mordiendo la medalla en nuestro perfil de Facebook y sentirnos Kilian el lunes en la oficina, esa oficina que nunca pisa Kilian Jornet.

Algunas organizaciones, que solo buscan tener muchos inscritos, multiplican las distancias para presumir de un gran número de participantes y también para ingresar más y conseguir patrocinadores y así aumentar su impacto económico. Las marcas encantadas de vender y vender más material, mochilas ligeras, zapatillas, ropa específica o geles y barritas ‘diseñados’ para la montaña.

En la montaña, no hay calles que abrir, carreteras en las que permitir el tráfico de vehículos, la montaña es libre, es anárquica y ecologista. Libre para que cada uno haga lo que quiera sin ponerse en peligro, anárquica porque te permite no medirte con nadie más que con uno mismo y ecologista porque estás en contacto con la naturaleza.

¿Pero hasta qué punto, debe haber participantes en carreras que triplican el tiempo del vencedor? Gente que no corre y camina a lo largo de todo el recorrido. ¿Cómo acotar los tiempos de corte? si para el organizador es muy difícil evacuar a un grupo grande de corredores de la mitad de un recóndito valle…

Entre todos, hemos de encontrar esa lógica que hemos perdido. Si tu forma física, tu experiencia o tu ritmo de carrera no es apto para competir en una prueba, quizás deberías entrenar más o simplemente salir más a la montaña hasta que estés realmente preparado.

Las carreras han de ser un negocio rentable, en el que las empresas encuentren un retorno a su inversión, pero esto ha de ser el resultado de una gestión lógica y coherente. No todo vale

La montaña no es un parque de atracciones, el Mont Blanc o el Aneto no son el Dragon Kahn y a pesar de ser un paraíso para los sentidos no hay que olvidar que somos infinitamente pequeños en comparación a lo que nos rodea cuando subimos a verlas.

Organizadores, marcas, corredores… tengamos cabeza todos. Con la montaña no se juega

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