Aunque esta técnica se puede aplicar a casi todos los músculos del cuerpo que presenten contracturas o pequeños dolores, lo más habitual es usarlo en la espalda o en los trapecios. Descontracturar músculos puede ser una tarea más sencilla de lo que parece, por lo menos si sigues estos pasos de la técnica de Jones.
La técnica que descubrió el doctor L. H. Jones es bien sencilla, pero requiere tener buen tacto. Si colocamos un músculo en acortamiento (es decir, reduciendo su tamaño longitudinal al mínimo), este músculo pierde el reflejo de estiramiento y, por lo tanto, está en una posición de “no dolor”. A continuación, apretamos la contractura de manera progresiva, notando como poco a poco la contractura se deshace bajo nuestros dedos, como si fuera un cubito de hielo. Es posible que esta maniobra duela un poco, pero por lo general no es molesta; si duele mucho al apretar la contractura, no hagas experimentos.
Cuando se comprime el punto doloroso se provoca la llamada “compresión isquémica”, es decir, se le impide la irrigación. La respuesta que tiene el cuerpo ante tal agresión es dilatar las arterias que llegan a este músculo y, al soltar la presión, el volumen de sangre que llega es muchísimo mayor.
Lo más habitual es que tengas que repetir esta maniobra algunas veces pero notarás como cada vez que lo haces el dolor es menor y acaba por desaparecer.
Por último, para que el dolor no vuelva a la carga en los próximos días, hay que trabajar un poco el músculo antagonista (el que hace la función contraria al que hemos tratado). Para ello, contráelo durante cinco segundos de manera estática y listo.