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Fotos: World Athletics

La inspiradora historia del Equipo de Atletas Refugiados

La Federación Internacional de Atletismo (World Athletics) pone en marcha diferentes iniciativas para generar un impacto positivo a través de su programa de responsabilidad social «Atletismo por un mundo mejor«. Una de ellas es el Equipo de Atletas Refugiados (ART, por sus siglas en inglés), un equipo formado por atletas que han escapado de guerras, conflictos y situaciones violentas en sus países de origen y que buscan una vida mejor a través del deporte.

El ART se fundó en 2014 en colaboración con la Fundación Tegla Loroupe, que trabaja con atletas refugiados en Ngong, Kenia. Su primera aparición en una competición oficial fue en 2016 en los Juegos Olímpicos de Río, como parte del Equipo Olímpico de Refugiados. Desde ese momento, el Equipo de Atletas Refugiados ha competido en casi todos los eventos de las World Athletic Series.

En la actualidad, el ART está formado por cerca de 30 atletas provenientes de países como Sudán del Sur, Irán, Eritrea, Etiopía, Siria y Marruecos, entre otros. Su próxima aparición será en el Mundial de Atletismo de Budapest, con una selección de 6 atletas que competirán en eventos de media distancia, larga distancia y salto en largo.

De los campos de refugiados al Mundial en Budapest

Perina Lokure Nakang es una de las 6 atletas seleccionadas para competir con el Equipo de Atletas Refugiados en el Mundial de Atletismo de Budapest. La corredora de 20 años hará su debut oficial en los 800m de la cita mundialista después de conseguir buenos resultados en las pruebas de Kenia para el Campeonato del Mundo.

Nakang nació en Sudán del Sur (en aquel momento todavía parte de Sudán) en 2003, pero la guerra y los conflictos armados la obligaron a dejar su país. En 2010, escapó a Kenia junto a su tía, con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida.

«Mi tía le pidió a mi madre que me dejara acompañarla porque yo era demasiado joven para sobrevivir a las condiciones de guerra en casa», cuenta la atleta en una entrevista para World Athletics.

Junto a su tía se instalaron en el campamento de refugiados de Kakuma, en el norte de Kenia, donde la entrenadora Janeth Jepkosgei reconoció su talento para el deporte. «Solía ​​jugar al fútbol y correr los 100m en el campamento. Sin embargo, cuando llegó Janeth, me vio correr y le dijo a mi entrenador en el campo de refugiados que pensaba que me iría mejor en los 800m», dice Nakang.

En 2022, Jepkosgei tomó a Nakang bajo su cuidado y la llevó a Kapsabet, en el condado de Nandi, una región que es la cuna de los grandes corredores de larga distancia kenianos.

«La vida para mí ahora en Kapsabet es mucho mejor que en Sudán del Sur y en el campo de refugiados de Kakuma», agrega. «Entrenamos bien, la vida es buena, el clima es bueno y me siento bien».

El poder del deporte para cambiar vidas

Una de las historias más inspiradoras del Equipo de atletas refugiados es la de Matthew Lam Joar, cuya biografía es un ejemplo del poder que tiene el deporte para mejorar la vida de las personas.

Joar nació hace 29 años en Sudán. En 2006, a los 15 años de edad, dejó su hogar en Fangak debido a la escalada de violencia que experimentaba la región después de la Guerra de Independencia de Sudán del Sur. Dicho conflicto bélico se prolongó por 23 años, provocó más de 4 millones de desplazamientos forzados y se cobró la vida de 2 millones de personas.

«Había muchas peleas, inseguridades, salíamos corriendo de nuestras casas e íbamos al bosque y nos escondíamos», cuenta. «Eso fue durante los combates entre los árabes y los sursudaneses antes de que tuviéramos Sudán del Sur como país, y los árabes venían y quemaban nuestras casas y nuestra aldea».

Joar viajó junto a un amigo de su familia a Kenia y fue recibido en el campo de refugiados de Kakuma, donde vivió algunos meses. Luego se movió a la capital, Nairobi, donde terminó la escuela secundaria en 2014. Su plan era volver a casa y reunirse con su familia, pero los conflictos continuaban.

«Mi tribu se estaba rebelando contra el gobierno, por lo que eras visto como un soldado», dice.

«Si los oponentes te ven, te matan o te torturan y te encarcelan. Me aconsejaron que no fuera»

Joar permaneció en Kenia y poco tiempo después escuchó sobre Tegla Loroupe, la ex plusmarquista mundial en maratón que estaba reclutando atletas para un nuevo proyecto. En 2015 fue seleccionado para unirse al campamento de entrenamiento de Loroupe en Ngong, en las afueras de Nairobi.

Joar entrenó duro pero no quedó seleccionado para participar en los Juegos de Río. Sin embargo, consiguió una beca de Naciones Unidas para estudiar una licenciatura en negocios. A partir de allí decidió enfocarse en el ámbito académico.

«Estaba interesado en comenzar mi propia iniciativa algún día y emplear a muchos refugiados que son hábiles pero que no están en el mercado laboral», explica.

Para completar sus estudios, Joar se incorporó como voluntario en la Fundación Tegla Loroupe y viajó a los Juegos Olímpicos de Tokio como parte del personal del Equipo de Refugiados Olímpicos.

«Fue una experiencia increíble, a pesar de muchas restricciones», afirma. «Tengo muchas conexiones y ahora tengo tantos amigos internacionales con los que todavía hablo».

Después de esa experiencia, Joar decidió continuar sus estudios, aunque cambió los negocios por las ciencias sociales. 

«Decidí que necesitaba algunas habilidades prácticas e investigar cuáles son las intervenciones sobre refugiados, los resultados y cómo puedo contribuir», dice. «El mundo va a tener una gran cantidad de personas desplazadas y tenemos que encontrar mentes e intervenciones diversas para asegurarnos de que las personas se sientan cómodas dondequiera que vivan. Los conflictos desplazan a las personas, pero el cambio climático también contribuye y esa es mi inspiración: cómo puedo intervenir para ayudar».

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