GR20 Córcega: la ruta sud

GR20 Córcega: la ruta sud

Habitualmente, las personas normales, siempre se planifican con un poco de antelación sus viajes, sus aventuras o sus retos. Nosotros, los Corregrinos (nombre que hemos adpotado después de hacer elCamino de Santiago corriendo), vamos un poco por impulsos. No tenemos mucha paciencia y cuando se nos ocurre algo, simplemente lo hacemos ya.

Hace unos días, comentando en una terraza tras haber corrido la Escalada a Sant Joan de Blanes, Dani y yo departíamos sobre qué aventura podríamos correr. En mi caso tenía unos días de vacaciones y tampoco me daba tiempo a divagar demasiado. Le consultamos a Xavi Marina sobre una posible ruta interesante que pudiéramos hacer. Nos dijo Córcega, el GR20. Es una de las Grandes Rutas más bonitas y más duras de Europa. De 200 kilómetros y casi 13.000 metros de desnivel positivo,Kilian Jornet posee el récord en realizarla: 32H54M.

Dicho y hecho. ¡Pues nos vamos a Córcega! Así sin más....

La preparación del viaje fue escasa, apenas unas notas que tomé en un papelote buscando información en internet. Intenté enlazarlo todo para que cuadrara lo mejor posible. Algo harto difícil: sólo disponíamos de 4 días y ya de por sí es complicado llegar a Córcega rápidamente. Sabíamos que el GR20 es una de las rutas más bonitas de Europa, pero poco más. Sinceramente, no teníamos ni idea de a dónde íbamos ni qué nos íbamos a encontrar.

El mismo día en que decidimos partir nos compramos el billete de Ferri a Ajaccio. Pero para llegar hasta allí debíamos ir primero en coche hasta la población portuaria francesa de Toulón. Desde nuestro punto de partida, Blanes, a Toulón, nos cosieron a peajes, algo que tampoco habíamos tenido demasiado en cuenta. Unos 40 euros en total.  Una vez allí hicimos las correspondientes 2 horas de espera para poder embarcar el coche.

Esperando cenamos una lata de atún y un mendrugo de pan que Dani le había quitado a su perro Sancho, tal y cómo me confesó después. Tan precipitada fue nuestra marcha que no habíamos pensado en la cena. Una vez en el barco, que tardaba 8 horas, nos acomodamos, vimos el fútbol por la tele y nos fuimos a dormir. El viaje se pasó rápido, a pesar de que tuve una inoportuna conjuntivitis que venía arrastrando desde un par de días atrás y que se me había complicado en las últimas horas. Fui a la enfermería, donde me atendió una mujer muy mayor. Al verla, tan delgada, cheperuda y tosiendo, la miré con mi ojo bueno y pensé que ella quizá necesitaba más que yo que la viera un médico. Me puso unas gotas y parece que hicieron efecto porque el ojo ya no me dolió más. Me dio un papelito a modo de receta, mientras me decía en un italiano bastante entendible que lo fuera a comprar a una farmacia en cuanto llegara a tierra.

A las 7 de la mañana ya estábamos en la isla de Córcega, concretamente en Ajaccio, el pueblo donde nació y se crió Napoleón Bonaparte. Allí mismo teníamos la estación, donde un tren nos llevaría a Vizzavona, lugar desde el cuál íbamos a iniciar nuestra ruta del Sur del GR20. Nos dio tiempo a desayunar y aparcar el coche. Había muy pocos trenes, pero justo había uno que salía a las 9.27.  A las 10.37 ya estábamos en la salida del GR20. Lo cierto es que el tren te dejaba en la puerta. Vamos, bordado... ni queriendo lo montamos tan bien. Nos compramos unos bocadillos en el albergue que allí había e iniciamos la marcha. 

Creíamos que el recorrido iba a ser más fácil y nos planteamos llegar en un día al refugio de Prati, lo que serían 2 etapas en una. Empezamos a correr emocionados, con la mochila, que aunque con poco contenido, se nos iba a los 3 ó 4 kilos de peso. Tan emocionados íbamos que empezamos a seguir unas señales rojas que había en los árboles. Cuando nos dimos cuenta estábamos bajando por una carretera de asfalto. "Esto no puede ser el GR", dijimos. Paramos de correr y volvimos hacia arriba el kilómetro recorrido. Efectivamente, aquellas señales rojas eran indicadores del nivel de nieve en los árboles. ¡Qué pardillos! nos habíamos pasado el desvío del GR20, que obviamente iba montaña arriba. Acabábamos de regalar 20 minutos a lo tonto.

Ahora sí empezamos a subir. Yo me noté fatal. Dani iba mejor. Sufrí bastante los primeros kilómetros. Aquello subía y subía y no paraba de subir. Montones de piedras en el camino y la mochila me estaba matando, tenía un dolor terrible en las lumbares. Intentábamos correr a la que llaneaba un poco, pero era duro, muy duro. A los 10km, que fueron una eternidad, nos paramos a comer.

Me sentó bien y en las siguientes dos horas por fin pude correr con cierta continuidad. El circuito seguía siendo duro. Los paisajes preciosos, espectaculares, por momentos parecían un decorado de una película y que al pasar nosotros iban a venir a desmontarlo. Sin embargo, las horas seguían pasando y sin noticias de Prati. Al GPS se le acabó la batería cuando llevábamos unos 28 kilómetros. Pero allí las distancias son relativas, la extrema dureza del circuito hacen de cada kilómetro un mundo.

Habíamos pasado el refugio de Campanille, hacía un buen rato, lo que hubiera sido el final normal de la etapa. Hubo un momento, cuando llevábamos unas 6 horas corriendo como podíamos, en que me entró cierta ansiedad. De repente me vi en medio de la montaña, a kilómetros y kilómetros de la civilización. Allí no había nada ni nadie, sólo nosotros corriendo preguntándonos dónde estaría el siguiente albergue. A ambos nos dolían las plantas de los pies y empezábamos a estar muy cansados. Al rato vimos un cartel que indicaba Prati, pero alguien tuvo la genial idea de tachar la distancia a la que estaba. Al menos sabíamos que existía y que tarde o temprano llegaríamos.

Nos tomamos un gel para afrontar lo que pudiera faltar, de repente, en el horizonte apareció como un oasis un albergue. Nos tiramos allí de cabeza. Parece ser que no era el refugio de Prati, aun quedaban 5km con un desnivel de 600 metros. Pero visto como estábamos decidimos parar allí a ducharnos, cenar y pasar la noche. Estábamos en el Col di Verdi. Nos costó por cabeza 15 euros la cama y 19 la cena. La ducha de agua caliente fue de lo más reconfortante, al igual que la cena al lado de una hoguera. Comimos muy bien. A las 21.30 estábamos ya durmiendo. Aun no había acabado de anochecer. 

Íbamos sin saco de dormir por una cuestión de espacio y peso en la mochila. Nos pusimos el chándal y nos tapamos como pudimos. Al principio no hacía frío, aunque al amanecer sí se notaba un poco más de fresco. A las 7 ya estábamos desayunando. A las 8 y poco empezamos la marcha. Teníamos por delante un desnivel brutal hasta llegar a Prati, pero hoy me encontraba muy bien.

A la que calentamos empecé a tirar y tirar, hoy parece que era a Dani a quién le costaba un poco más. En una hora llegamos al refugio que estaba a 1840 metros de Altitud. Allí compramos queso y pan para el trayecto. Las siguientes 3 ó 4 horas disfruté un montón. Me encontraba ágil y rápido. Subía y bajaba como una cabra. De un pico a otro, de 1800 metros subíamos a otro de más de 2mil, luego bajábamos a otro pico de 1500 para volver a subir. Piedras, rocas y cientos de obstáculos naturales por todas partes. Dani se cogió unos palos y me seguía como podía. A las 5 horas ya estábamos en el refugio de Usciolu, lo que debería ser el final de una etapa normal. Aunque si queríamos cumplir nuestro propósito debíamos llegar hoy a Asinao. Cuando preguntamos cuanto nos faltaba, nos dijeron que entre 5 y 9 horas según nuestra velocidad. Se nos vino el mundo encima. Nos dimos cuenta que para mañana no nos iba a dar tiempo a llegar a Conca a tiempo para volver a Ajaccio y coger el barco de vuelta. Había que cambiar de planes.

Consultamos las opciones que teníamos con un amable caminante que estaba en el albergue. Aquel hombre era un experto. Iba con un librito donde te ponía hasta el mínimo detalle: distancias, desniveles y hasta horarios de autobuses de ciertos pueblos relativamente cercanos al GR. No hubo otra, el único remedio para llegar a tiempo mañana al Ferri era dormir en Zicavo y coger un bus a las 7 de la mañana hacia Ajaccio. Era eso o quedarnos tirados vete a saber dónde.

Llegar a Zicavo fue una odisea. Seguimos atravesando montañas y montañas, cada vez más cansados. Cuando llevábamos 8 horas y 40 minutos de ruta encontramos un albergue. Después de horas sin ver más que vacas y cerdos salvajes, allí nos indicó un hombre en un francés cerrado que nos quedaba una hora de camino y que debíamos desviarnos carretera abajo. O al menos eso entendimos. Empezamos a correr, hechos polvo, pero pensando que sólo quedaba una hora. Al rato empezamos a dudar porque no se veía ningún pueblo. A la desesperada paramos un coche que pasaba por allí. Era una pareja de turistas parisinos que amablemente nos ofrecieron bajarnos al pueblo. Nuestra sorpresa fue que quedaban todavía 25 kilómetros hasta llegar a Zicavo. Si llegamos a seguir corriendo no sé cuánto hubiéramos tardado. Nos hospedamos en un hotelito y cenamos un entrecot, todo era poco para compensar la etapa de hoy. Nos lo habíamos ganado.

A las 7 de la mañana cogimos el único bus, bueno microbus, a Ajaccio que había en todo el día. Una vez allí decidimos pasar la jornada haciendo un poco de turismo por la ciudad y yendo a visitar algunas playas hasta que a las 19h nos fuimos al puerto a coger el barco. 

La verdad es que ha sido una experiencia fantástica. La conclusión que saco es que este recorrido hay que tomárselo con calma en cuanto a los kilómetros a recorrer cada día. Te puedes encontrar tramos verdaderamente duros, cresteando de un pico a otro, desniveles brutales o montañas infinitas que se pueden hacer eternas. Los albergues están situados a una distancia de lo que podría ser una etapa normal. 4 ó 5 horas corriendo, quizá como mucho 10 caminando, eso ya depende de cada uno. Nosotros quisimos hacerlas dobles y eso nos pasó factura. Quizá con más tiempo vendremos más preparados y mejor  organizados para tranquilamente disfrutar de estos paisajes tan increíbles.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...