Haile Gebrselassie: el pequeño emperador

Haile Gebrselassie: el pequeño emperador

¿Su secreto? Además del evidente talento, la constancia para devorar kilómetros con una facilidad pasmosa en los entrenamientos. Desde hace dos décadas, Gebrselassie tiene el saludable hábito de irse a dormir a las 10 de la noche y de levantarse a la cinco de la mañana, sin despertador pero con el reloj biológico que le marca su cuerpo. Desayuna algo ligero (una taza de té y una rebanada de pan) antes de conducir unos 25 minutos en coche hacia las montañas. A las seis empieza su entreno. En total, unos 220 kilómetros semanales, repartidos en dos sesiones diarias (mañana y tarde) cada jornada, a excepción de los domingos, que se toma la tarde libre. Y no ‘coge’ jamás vacaciones. Como mucho, se permite un par de días de desconexión sin tener que vestirse de corto.

Fue un atleta muy precoz. Todo empezó muy temprano, a los dos años. Ya iba corriendo desde la granja en la que vivía a la escuela (diez kilómetros para ir y otros tantos para volver), o a ayudar a su familia en el campo. ¡Pero lo hacía descalzo! Su origen humilde no le permitía demasiadas alegrías, hasta que uno de sus nueve hermanos (el mayor) tuvo el detalle de regalarle unas zapatillas. Pero eso no ocurrió hasta los 12 años, por lo que anduvo una década con los pies desnudos.

Para entonces, su idilio con las carreras de fondo ya estaba a punto de empezar. Con sólo 14 años corrió su primer maratón aunque, según su propia versión, ocurrió por accidente. Viajó hasta el punto donde se celebraba el evento, donde en teoría se celebraban dos carreras: una de 10 kilómetros (la que quería correr) y un maratón. Como la primera se suspendió y no quería volver a casa sin competir, tomó la salida en la distancia de Filípides para llegar a meta en unos estratosféricos e insultantes 2.48 pese a tratarse de un mocoso. Aún hoy puede apreciarse (si estudiamos su técnica en carrera) como su brazo izquierdo está más doblado y pegado al cuerpo, por su época estudiantil en la que transportaba los libros mientras corría.

La distancia que más alegrías le ha dado ha sido el 10.000 en pista, con dos oros olímpicos (Atlanta 96’ y Sidney ’00), a los que hay que añadir cuatro cetros mundiales en otros tantos Campeonatos del Mundo consecutivos (Stuttgart 93’, Gotemburgo 95’, Atenas 97’ y Sevilla 99’). El maratón tampoco se le ha dado nada mal. Batió dos veces el récord del mundo de la mítica distancia, la última en Berlín (2.03.58) en 2008.

El próximo 18 de abril cumplirá 40 años, aunque las malas lenguas dicen que esconde alguno más en su menudo cuerpo, que apenas alcanza los 165 centímetros y los 56 kilos. Hoy se encuentra lejos de su mejor momento. Renunció a los Juegos de Pekín 2008 por la contaminación ambiental y no se clasificó para Londres 2012. Y pese a que la edad no perdona, no renuncia al sueño olímpico en Rio de Janeiro 2016.

Con una sonrisa que siempre dibuja debajo de su bigote, es padre de cuatro hijos y todo un héroe nacional en Etiopía, donde le apodan ‘El Emperador’. De hecho, no oculta su deseo de ser presidente de su país pero, de momento, se conforma con sus negocios: un hotel y una empresa de construcción que dan trabajo a 600 personas.

Tras retirarse en el kilómetro 25 de la Maratón de Nueva York  en noviembre de 2010, Haile anunció su retirada del atletismo. Afortunadamente, sólo fue un calentón. Ocho días más tarde rectificó a través de su twitter (@hailegebr). Curiosamente, una cuenta que apenas llega a los 60.000 seguidores. Pese a ser uno de los mejores atletas de todos los tiempos y seguir en activo.  

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