Haruki Murakami, el runner metafísico

Haruki Murakami, el runner metafísico

Escritor de culto, admirado y premiado por sus obras tanto en Japón como en el resto del mundo, Haruki Murakami es incapaz de ponerse a escribir sin haberse devorado antes unos cuantos kilómetros corriendo.

En su libro “De qué hablo cuando hablo de correr” publicado en 2010, el autor nacido en Kioto en 1949 desgrana con inteligencia y humor la influencia que ha tenido en su obra y en su escritura su afición por el running y por los maratones y pruebas de larga distancia en los que ha participado. El título homenajea a Rymond Carver y su “De qué hablamos cuando hablamos del amor”, uno de los relatos más representativos del denominado “realismo sucio” estadounidense.

En su libro, Murakami reflexiona sobre el inexorable paso del tiempo y el consiguiente deterioro físico, comparando sus marcas en maratón cuando tenía 45 años (sobre las 3:30 horas), con la imposibilidad de bajar de las cuatro horas superada la cincuentena. Prueba entonces a correr ultradistancias y triatlones, y apunta que algunos artistas han producido lo mejor de su obra cumplidos los setenta.

La escritura, sobre todo de novelas largas, es básicamente una labor física, y tener los músculos preparados y la cabeza oxigenada tras una larga sesión de running, ayuda y mucho a la hora de sentarse en su escritorio y rendir, afirma el autor japonés, que teme llegar a una edad en la que ya no pueda correr y, por lo tanto, escribir.

Las reflexiones de Murakami sobre la influencia de la carrera en su vida y en su obra contienen tanta filosofía y talento literario como sudor, esfuerzo personal y concentración.

En uno de los capítulos más celebrados cuenta su primera experiencia “casi” maratoniana, en 1983. Enviado por un semanario para elaborar un reportaje sobre Grecia, decide correr de Atenas a Maratón, el recorrido de Filípides pero al revés. Corre solo, agobiado por el calor, el tráfico y los perros aplastados en el asfalto como pizzas. “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, le oyó decir una vez a un profesional del maratón, y lo repite como un mantra al sentirse extenuado “como un coche con el depósito vacío”. Consigue por fin llegar a la meta fijada en la llanura de Maratón y trata de olvidar su durísima experiencia, hasta que vuelve a recordarla, 30 años después, gracias a la escritura.

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