Nacido en 1952 en el seno de la tribu Nandi, se crió en las famosas montañas de Kenya, donde destacó en la carrera a pie desde su época escolar. Su talento le sirvió para conseguir una beca para la Universidad de Washington, donde pudo aprender los métodos de entrenamiento más modernos. Empezó a ganar carreras universitarias con registros de escándalo. Poco después, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en el mejor atleta del planeta.
El mundo entero observó boquiabierto como un atleta africano semidesconocido se coló de repente en el escenario profesional del atletismo en el verano de 1978, batiendo hasta cuatro récords mundiales en 81 días. 5.000 metros, 10.000, 3.000 obstáculos y 3.000 lisos (la única que no era distancia olímpica). Fuer una gesta increíble, pues alguna de sus marcas tardó hasta 11 años en ser superada. Nadie había hecho nada parecido y nadie ha sido capaz de hacerlo después.
Tenía el mundo a sus pies pese a que no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Montreal 76’ ni los de Moscú 80’ por el boicot de Kenya (y también del resto de países africanos). Nunca saboreó la gloria olímpica, pero nadie dudaba que se trataba del mejor atleta del planeta.
Sin embargo, su meteórica progresión hasta la cima del mundo fue tan rápida como su caída. Cuando ya había tomado el camino equivocado y se había encaminado hacia la bebida, su gran talento aún le permitió volver y dar sus últimos coletazos a lo grande. En 1981 reapareció en el circuito internacional, en Noruega, y rebajó su propia plusmarca en los 5.000 metros, que dejó en un tiempo de 13 minutos, 6 segundos y 2 centésimas. “Conseguí ese récord mundial horas después de pillar una borrachera colosal", admite el mismo protagonista.
Pero ya no había vuelta atrás. Se dejó arrastrar definitivamente por las tentaciones nocturnas y, sobre todo, se refugió en el alcohol. Las consecuencias fueron terribles. Además de arruinar definitivamente su carrera, terminó sin dinero (el propio Rono aseguraba que enviaba importantes sumas a a su familia en Kenya) y cayó en desgracia. Cuando fue en busca de auxilio al consulado de Kenya le echaron llamándole "desgracia para el país". Incluso la empresa Nike le cerró las puertas cuando se ofreció "para fregar los suelos". En 1995 le encontraron borracho y viviendo en un albergue para vagabundos de Washington. “En aquel momento toqué fondo. Si hubiera seguido un poco más abajo ahora mismo estaría muerto", cuenta Rono, quien llegó a engordar 34 kilos, de 63 a 95.
Afortunadamente, pudo rectificar a tiempo. Dejó el alcohol e incluso volvió a entrenarse (y competir en categoría veteranos) con el principal objetivo de regresar a unos hábitos saludables de vida. Esa fue la última carrera’ que ganó, pero quizá la más importante. “Era un simple muchacho africano que se encontró de pronto en la cúspide del mundo y era muy difícil manejar una vida como esta”, admite el otrora campeón.
Hoy, totalmente rehabilitado, trabaja en Alburquerque (Nuevo México) como monitor de atletismo.