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La eDreams vista por un pacemaker de 2h

En el año 2010 corrí por primera vez la Mitja Marató Barcelona. Fue mi primer ‘gran’ reto, y a pesar de que en aquella ocasión el sufrí algo más de lo recomendable, esa carrera terminó de despertar en mi la pasión por correr y por superar nuevos retos.  Desde entonces, el running me ha acompañado siempre, tanto en los mejores momentos como en los peores. Regalándome experiencias y recuerdos inolvidables.

Por eso en esta ocasión, cuando me ofrecieron la posibilidad de ser voluntario y correr la carrera como liebre de 2h, no lo pensé dos veces. Había llegado el momento de devolverle al ‘running’ parte de lo que me ha dado, había llegado el momento de ayudar a otras personas a conseguir su reto y quería hacer que la eDreams Mitja Marató de Barcelona tuviera para más personas el especial significado que tiene para mí.

La experiencia empieza el día antes con un sencillo pero necesario briefing de la organización en el que se nos explica la operativa básica y se fija el punto y hora de encuentro. Allí estamos todas ‘liebres’, las más expertas y las que empezamos. Las liebres de 2h, como yo, miramos con admiración las que marcaran ritmos semi-pro de hasta 1h15, pero tanto unas como otras estamos allí para pasarlo bien y ayudar a que todo salga bien, con una dosis de responsabilidad que va creciendo a medida que se acerca la carrera.

Llega el día de la carrera, y al llegar al punto de encuentro, descubrimos que nos somos liebres, sino ‘pacemakers’, y nos gusta. Unos minutos antes de la salida, no situamos en los cajones. Allí empieza la experiencia de verdad, y es tal como lo imaginábamos. Ser liebre de 2h significa que muchas de las personas que van a seguir tu estela se están iniciando, y eso se nota cuando antes de empezar, unos y otros se acercan a hacernos las mismas preguntas que nosotros nos hacíamos no hace tanto tiempo. ¿Vais a ir constantes? ¿Marcaréis dos horas desde que cruzáis la salida o desde el disparo de salida? ¿Qué ritmo por minuto vais a llevar?

Son preguntas que nos resultan familiares y para las que tenemos una respuesta y una sonrisa. Las respondemos en todos los idiomas que sabemos porque uno de los éxitos de esta prueba es la elevada participación extranjera, y también ellos necesitan aclaraciones.

Y por fin dan la salida. Los primeros kilómetros son una toma de contacto para encontrar el ritmo de crucero adecuado. Ya desde el principio tenemos identificado un grupo de personas que están decididas a correr a nuestro lado los 21.097 metros. En algún caso lo sabemos porque nos lo cuentan y en otros casos simplemente porque vemos que se sitúan a nuestro lado como si fueran nuestra propia sombra.

Durante el camino hasta la meta, vivimos distintas emociones y reacciones en nuestra piel y en la de los corredores que nos acompañan. Tantas que da para hacer clasificación afectuosa de los atletas populares basada en lo que las liebres les provocamos. Son reacciones que yo mismo he vivido en algún momento, pero ahora las veo desde el otro lado.

Bien, pues con toda esta diversidad de sensaciones percibidas, llegamos a los últimos 5 kilómetros. Aquí es cuando damos un paso adelante y además de marcar un ritmo de carrera riguroso, empezamos a animar a todos los que nos acompañan. Celebramos cada kilometro más gritándolo e insistiendo que ya nadie se puede echar atrás ¡Vamos muy bien! ¡Lo vamos a lograr! Preguntamos a los que oímos respirar con más dificultad cómo van y les damos fuerzas y ánimos personalizados para que no se descuelguen. ¡Ya no queda nada!

Y cuando llegamos al Km20, es el gran momento. Quedan 1.100 metros, pero en el fondo nuestra misión termina aquí. Hasta aquí hemos sido una ayuda, pero ahora somos un lastre para los que les quedan fuerzas, ¡y siempre queda algo de fuerza! Así que lo gritamos, ¡dejadnos atrás! ¡Es momento de darlo todo! ¡No os conforméis con las 2h00min! ¡Arañad segundos!

La mayoría lo intentan, y eso nos enorgullece. Especialmente entrañable nos resultan los corredores que en cierta manera se sienten con la necesidad de darte las gracias y despedirse antes de hacer ese sprint final. En cierta manera expresan sentirse en deuda contigo y les sabe un poco mal dejarte atrás en el último momento, pero no les dejamos perder tiempo, y les animamos a correr. En la llegada ya habrá tiempo para comentar la jugada y felicitarnos mutuamente.

Y exactamente así es como sucede. Cruzamos la meta y ¡Misión Cumplida! La experiencia ya ha sido preciosa, pero falta una guinda inesperada. Uno tras otro, los corredores que han estado a nuestro lado, se acerquen a nosotros para darnos las gracias en su idioma y pedirnos una foto de recuerdo. Nosotros les felicitamos por haber logrado su reto, que durante dos horas, se ha convertido también en el nuestro, ¡Felicidades! ¡Good job! La satisfacción es completa. Una vez más, hemos encontrado una nueva manera de disfrutar del running.

 

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