La labor de los voluntarios en carrera

La labor de los voluntarios en carrera

Cuando no has sido voluntario en una carrera quizá muchas veces no tenemos una perspectiva completa de lo que es un evento deportivo, y de las dificultades que entraña organizar o colaborar en uno. Hay muchas cosas que teniendo solo la perspectiva del dorsal en el pecho, somos incapaces de ver. Entre otras cosas porque es difícil fijarse en ellas al estar realizando una activad más o menos intensa con la sangre justa en el cerebro para acordarse de seguir respirando. En la actualidad mi visión es mucho más completa puesto que organizo una carrera, colaboro en la organización de otras carreras, trabajo en ellas (speaker, comunicación, etc.)  y he sido voluntario en las mismas, pero hace 4 años para nada podía imaginar según qué cosas.

He vivido situaciones donde, pese a que no dije ni hice nada, en mi cabeza pasó un pensamiento negativo hacia el voluntario de la carrera en la que estaba participando. Recuerdo mi primera media maratón: llegamos entre los 20 últimos de unos 700 corredores  y la camiseta finisher solo había la talla S. “Es lo que queda” me dijo el voluntario. En aquella época no me valía ni para el muslo derecho de lo “hermoso” que estaba. Aunque no empañó mi alegría por conseguir llegar a meta, me fastidió mucho no tener un recuerdo que me pudiera poner para presumir de mi hazaña.

En esa misma carrera nos vimos sorprendidos por compartir asfalto con coches “porque algún voluntario” les dejó pasar. Obviamente, no fue eso lo que pasó, pero fue el pensamiento que tuve. En otra ocasión, en una carrera de trail me acordé de la familia al completo del que ponía el balizaje. Dada la inexistencia de este en una zona, me perdí 2 kilómetros, que entre ir y volver sumaron 4 a una aventura para la que ya iba justito. En otra carrera en pleno mes de enero con un frío que espanta a los pingüinos, me dieron el caldo ese de la marca que tanto me gusta templado casi frío. “Para qué coño quieren los termos” pensé.

Todas estas han sido situaciones reales, que si bien no borraron en mí el profundo agradecimiento que ya tenía hacia los voluntarios, sí que empañaron por un momento los pensamientos de un corredor a 170 pulsaciones por minuto. No siento culpa, ni me fustigo por esos pensamientos, es difícil hacer un juicio justo sin todas las neuronas e información disponible. El número de neuronas en mi caso es el mismo o inferior, pero he ido aglutinando vivencias como voluntario/organizador que me gustaría compartir.

Comienzo recordando que casi la mitad de los corredores que participan en la carrera que organizo se apuntan la última semana.  Yo mismo en mi debut en media maratón, me apunté el jueves previo junto a un amigo. El plazo medio para hacer por ejemplo 700 camisetas es de unos 7 días. Obviamente es imposible para los organizadores ajustar todas las tallas con esta tasa tan alta de inscripciones en la última semana. A día de hoy desde luego no me hubiera mosqueado al escuchar “es lo que hay” por parte del voluntario.

También he vivido en carreras como auténticos cafres al volante, querían salir a una vía cortada por la propia policía debido a una carrera. Si ese es su comportamiento con un policía..., imaginad el que pudo haber tenido con un voluntario con un peto fluorescente. Siempre hay margen de mejora, pero ante estos comportamientos poco se puede hacer. Como voluntario, un día en una carrera me dieron las instrucciones sobre la marcha con mucha prisa porque teníamos muy poco tiempo, que yo entendí mal y mandé a los corredores de sillas de ruedas y handbike por donde no era. Los pobres se chuparon unas cuestas terribles por mi culpa. Me sentí realmente mal esos días.

Por otro lado ya he visto con mis propios ojos como una cabra degustaba, con gran voracidad, las balizas de la carrera en la que estaba participando o vivido como organizaciones se veían obligadas a balizar de nuevo sobre la marcha, tramos en los que algunos se habían dedicado a quitar las balizas.

No es este un texto demagógico a favor de corriente, donde haya que apoyar a muerte a los voluntarios, sino más bien instructivo de lo que pasa en una carrera. Que repito, estamos todos perdonados, por según qué cosas, por las circunstancias, voluntarios incluidos. Por eso recomiendo que, al igual que se dice que tal o cual carrera “hay que hacerla una vez en la vida”, será una experiencia muy gratificante si un domingo por la mañana decides ponerte un peto para ayudar en lo que haga falta. Primero porque es muy reconfortante y agradecido ayudar a los demás en sus carreras y segundo porque, desde entonces tu punto de vista cambiará.  Créeme, valdrá la pena.

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