Lo del nombre de Cavalls del vent, Caballos del Viento, está inspirado en esas banderolas triangulares que son tan típicas en el Himalaya, donde los monjes budistas buscan expresar con ellas palabras y frases que se utilizan como objeto de meditación. Lo cierto es que sí, que es un lugar apto para la meditación en toda su extensión, ya que a penas se atraviesa zona habitada alguna y la soledad del corredor se hace, si cabe, más patente. Además, cuando llegas a un refugio, raro es que tengas cobertura en el móvil, ni 3G, ni internet, ni tele, ni radio, ni nada de nada… así que o meditas o te vas dormir.
Cada uno debe prepararse la ruta a su gusto y reservar refugio según conveniencia, sólo debe mirar en el mapa y calcular la distancia que quiere recorrer en función de la distribución de los puntos de descanso. Nuestra propuesta es para aquel corredor que quiera hacer una tirada larga diaria, pero sin llegar a ser extrema. Aunque ojo, que en 3 etapas tampoco es fácil, ya que para hacer estas distancias diarias con la mochila a cuestas y corriendo hay que estar minimamente en forma. El ritmo ya depende de la intensidad que se le quiera dar, nosotros nos marcamos ir sin prisa pero sin pausa y bajar de las 5 horas en cada etapa.
PRIMERA ETAPA: REBOST-CORTALS DE L'INGLA (29km 1.642- 1337+)
Iniciamos la ruta quizá en uno de los tramos más difíciles, ya que de salida nos tocaba prácticamente hacer un kilómetro vertical. Partíamos de 1640 m de altitud y nos dirigimos hacia el Niu de l'Aliga que está a 2510m, el punto más alto del trayecto. Los primeros pasos se hicieron duros, nos tocaba subir durante 7 kilómetros, cargados con una mochila de unos 3 kilos, más 1 kilo de bebida, en total 4 kilos encima, que se notan, ¡¡¡vaya si se notan!!! es evidente que no puedes correr tan rápido como uno que no lleva peso. Pero claro, teníamos que cargar con nuestros enseres, ya que teníamos 3 días por delante.
Lo mínimo, el neceser, provisiones, ropa de recambio, un chubasquero, toalla de micro-fibras y algo de ropa térmica para las frías noches. Fuimos sin saco de dormir, con las mantas de los albergues nos apañábamos. Además del peso extra en la espalda, también había que contar con otro enemigo, la altitud. Veníamos del nivel del mar y así, de buenas a primeras, empezamos a subir como si fuéramos cabras montesas. Las piernas nos lo recordaban, se notaban carentes de oxígeno y nos faltaba fuerza. Pero motivados por los primeros compases tiramos sin remilgos en busca de la cumbre, intentando ir rápido. Tan concentrados íbamos que hubo un momento que dejamos de ver el punto naranja. ¡Ya empezamos! nada, no hay señales ¿qué hacemos? seguimos, seguimos que seguro que más adelante lo volvemos a ver…. nada, no había punto naranja.
Al final, tras un par de kilómetros perdidos, volvimos al último punto donde habíamos visto la señal. Allí estaba, la ruta iba hacia la izquierda y nosotros nos habíamos ido hacia la derecha. ¡Pagamos la novatada! a partir de ahora regla número uno: "cuando no veamos señales, paramos y buscamos la última referencia hasta dar con el camino correcto, ¡si no hay punto naranja, no se avanza
!"
Refunfuñando por nuestra torpeza seguimos montaña arriba, Dani me preguntó que si esos kilómetros contaban y yo le contesté: "que seamos tontos no implica que tengamos que contabilizar los kilómetros que hacemos de más". Así que seguimos rumbo a la cumbre como si nada. Subiendo nos encontramos a un corredor de la zona que estaba entrenándose para la Carros de Fuego, otra ruta del estilo. Nos dijo que íbamos muy rápido, que ese era el ritmo máximo, que no había otro. Así que a pesar de ir con la lengua fuera, seguimos motivados. Al llegar al Niu de l'Aliga, hicimos nuestra primera parada y nos comimos un buen bocadillo para recuperar fuerzas. La segunda parte eran unos 16 km con tendencia a ir bajando, aunque de vez en cuando volvíamos a subir y nos encontrábamos alguna pared de piedras por la que había que grimpar. Un circuito exigente que contaba también con unas bajadas muy pronunciadas, empedradas e inestables que te hacían ir reteniéndote y que cargaban mucho los cuádriceps. Por fin llegamos a un bosquecito donde había un camino muy agradable, por donde pudimos acelerar el ritmo. Superado el refugio de Serrat de les Esposes ya sólo nos quedaban unos 6 kilómetros más con una buena rampita que ya consumió nuestras últimas fuerzas del día. Afortunadamente el último tramo también era rápido y ahí pudimos incluso esprintar hasta llegar a nuestro primer punto de reposo. En Cortals de l'Ingla nos dimos una reconfortante ducha caliente tras hacer un poco de cola, ya que había una única ducha, y tener una abundante cena. Allí descansamos en unas literas compartidas con otras 11 personas. A las 21:30 yo ya estaba durmiendo, eso sí con tapones para los oídos, porque por la noche parece que se organizó allí un concierto de ronquidos.
SEGUNDA ETAPA: CORTALS DE L'INGLA-GRESOLET (28km 1710- 1391+)
Las 7 a.m parece que fue la hora en que todo el mundo decidió levantarse. Con un ambiente muy casero nos pusimos todos a desayunar en la mesa del comedor. La verdad es que te podías poner las botas, por falta de comida no era. El precio total, incluyendo el bocadillo que nos hicieron para la ruta del día, fue de 43€ por cabeza.
Como es habitual en los Corregrinos esperamos a que todo el mundo partiera para tranquilamente, pasadas las 9, empezar a correr. Luego los vamos pillando a todos, así nos motivamos un poquito. La verdad es que a pesar de estar en verano (los refugios están abiertos de Junio a Setiembre)hace una temperatura agradable, muy primaveral. Empezamos muy animados, nos encontrábamos más habituados a la altitud y nos habíamos recuperado bien de la primera etapa. Así que a la que pillábamos un camino bueno nos lanzábamos a correr como locos. Había 11 kilómetros hasta el siguiente refugio, lugar donde haríamos el primer avituallamiento. A partir del segundo kilómetro empezamos a subir, pero el bosque se hacía ameno y divertido. Al final aparecimos en una ladera de césped espectacular donde, gracias al buen ritmo que llevábamos, nos plantamos pronto en Prats d'Aguiló a 2.010m de altitud. Nos comimos medio bocadillo, llenamos las botellas de agua y seguimos la ruta.
Ahora la cosa se complicaba un poco más, nos topamos con una infernal pendiente de piedras, que subía y subía. Mirabas abajo y veías un puntito chiquitito que era el albergue donde hacía un rato habíamos parado a repostar. Sólo fueron 2km de subida, pero ascendimos casi 500 metros hasta llegar al Pas dels Gosolans a 2.430m. Allí empezamos a crestear por un paisaje pedregoso y muy incómodo, mientras veíamos en el suelo las sombras de las aves rapaces haciendo círculos alrededor nuestro. Yo aflojé un poco para hacer algunas fotos del paisaje mientras Dani sigue a lo suyo, se ha pillado un palo de madera y a lo Moisés ha ido avanzando a un ritmo machacón. De repente ya no lo veo, pero ahora vienen 8 kilómetros realmente rápidos hasta llegar al Refugio de Lluís Estasen. Creo que esos 8 kilómetros fueron los más divertidos y rápidos de toda la ruta. Era un descenso suave, por praderas verdes que luego enlazaba con una pista forestal. Y ahí, amigo, ahí sí que no hay quien nos pare. A pesar del cansancio corrí todo lo que pude por atrapar a Dani, que a su vez, iba también como un rayo. Al acabar el descenso me lo encontré con las piernas metidas en una fuente de agua helada. Nos comimos el medio bocadillo que nos quedaba y seguimos adelante. Quedaban sólo 4 kilómetros hasta llegar a nuestro destino de hoy.
El último tramo fue una broma de mal gusto. 4 kilómetros que se antojaron durísimos, un descenso incómodo con muchísima pendiente, por un recorrido impracticable lleno de piedras y muy resbaladizo. Los cuádriceps maltrechos por tanta caña en los anteriores kilómetros sufrieron muchísimo. Pero tras casi 50 minutos por fin llegamos a buen puerto. El Gresolet, un bonito refugio con unas vistas preciosas al Pedraforca. Un lugar idílico para descansar. Tenía el GPS y el móvil casi sin batería y al ir a enchufarlos nos cobraron 2 euros por aparato y carga, cosa que choca un poco, pero bueno, se excusan en que no es un hotel, es un refugio y la verdad es que pagas por todo, hasta por la ducha. Sí es cierto que comer comes hasta reventar y que te tratan muy bien, pero el precio que acabas pagando no es barato, al final te sale por casi 50 euros cada refugio. Tuvimos suerte y esa noche había poca gente, así que pudimos descansar muy bien. Yo dormí 10 horas del tirón de 21.30 a 7:30. Como nuevo para afrontar la última etapa.
Para que no falte de nada, el último día amaneció nublado, por lo que estando en la montaña la certeza de que iba a llover era casi absoluta. Después de desayunar en la penumbra, aquí sólo se enciende la luz un rato por la noche, nos pusimos el chubasquero y la gorra impermeable y saltamos al ruedo. Hoy las piernas dolían un poco más, ya no estábamos tan enérgicos como ayer. Para calentar un poco, el día empezaba con una escalada de 2 kilómetros y , a pesar de que ya eran más de las 9, estaba oscuro. Pronto empezó a llover, aunque a nosotros nos pilló subiendo por el medio del bosque y al ser bastante frondoso no llegamos a calarnos de frío. Afortunadamente, durante el descenso de 8km siguiente dejó de llover y empezó a salir el sol de nuevo. El día hizo un cambio radical. Cuando llegamos al punto más bajo del recorrido, a 910 metros de altitud, brillaba un sol radiante. Ahora tocaba subir al refugi de Sant Jordi por el torrent dels Empedrats. Ahí sí que íbamos a sudar la gota gorda. Yo también me hice con un palo como Dani y empezamos el duro y pesado ascenso entre rocas, pozas y torrentes de agua. En 5 kilómetros subimos 600 metros hasta llegar a los 1570m del refugio. Allí hicimos nuestro último avituallamiento. Mientras nos comíamos el bocadillo nos quitamos las camisetas y las dejamos un rato al sol porque estaban empapadas.