Lesiones: fascitis o fasciosis plantar

Lesiones: fascitis o fasciosis plantar

En otros artículo anteriores os comentaba como la palabra tendinitis está desapareciendo del vocabulario médico y su hueco lo ocupan la tendinopatía (de manera general) y la tendinosis (de manera más particular). Lo mismo ocurre con la famosa fascitis plantar, aunque desde mi punto de vista el cambio de nomenclatura es demasiado lento y, por desgracia, la recuperación de la lesión también.

Fue en el año 2003 cuando apareció un artículo estupendo de Harvey Lemont de la escuela de Medicina Podológica de la Temple University de Filadelfia (EE.UU.) titulado “Plantar fasciitis: a degenerative process (fasciosis) without inflammation” [Fascitis plantar: un proceso degenerativo (fasciosis) sin inflamación]. En este artículo se demuestra que la famosa fascitis plantar no debe llamarse así porque si se observa con un microscopio electrónico la fascia plantar de un paciente que refiere dolor en el talón, apenas se encuentran células inflamatorias. Entonces, ¿qué se encuentra?

El equipo del doctor Lemont observó que los pacientes que sufrían la llamada fascitis plantar presentaban las fibras de colágeno fragmentadas y degeneradas, además de focos de calcificación especialmente en la parte más cercana al hueso calcáneo. Pero para entenderlo todo, lo mejor es empezar por el comienzo.

La fascia plantar es una estructura de enorme resistencia que se sitúa en la planta del pie, desde el hueso calcáneo hasta la zona de los dedos. Está compuesta principalmente de colágeno y su función es la de transferir toda la tensión de la parte posterior del miembro inferior hasta los dedos de los pies para garantizar la propulsión. Si nos ponemos de puntillas, por ejemplo, la fascia plantar es la encargada de llevar la fuerza de nuestros gemelos y sóleos hasta la punta de los dedos (aunque ahí colabora con los músculos flexores de los dedos, claro).

Al igual que el tendón de aquiles, al que se le parece mucho en cuanto a su composición morfológica, la fascia no es contráctil pero sí elástica. Esto quiere decir que no tiene la capacidad de contraerse pero sí la de estirarse y almacenar energía elástica (el efecto muelle). Cuando corremos, tanto el tendón de aquiles como la fascia plantar se hartan de almacenar energía elástica si pisamos con la parte delantera o media del pie (no ocurre lo mismo si pisamos con el talón) y esta energía elástica es devuelta en la propulsión favoreciendo nuestra economía de carrera. Pero este mecanismo requiere mucho entrenamiento.

¿Te has fijado alguna vez en los saltadores de triple salto? ¿Les has intentado imitar? Es sorprendente ver lo que son capaces de hacer: saltan con un pie y, volviendo a caer sobre el mismo, vuelven a saltar de nuevo para caer luego con el otro y saltar de nuevo hasta llegar al foso. Ellos son los expertos en el efecto muelle del tendón de aquiles y de la fascia plantar; son lo que más energía elástica consiguen almacenar y volver a utilizar. Por contra, los fondistas somos los más paquetes en este sentido y no rebotamos ni por casualidad. Y... ¿a quién le afecta más la fascitis plantar? A los fondistas.

Algunos estudios americanos dicen que cada año hay un millón de atletas en el mundo que sufren fascitis plantar. Es verdad que el número total de fondistas es muchísimo mayor que el de saltadores, pero la alta incidencia en nuestra especialidad tiene una explicación.

Hace muchos años se decía que a causa de los muchísimos impactos que recibía el talón, la fascia terminaba por inflamarse y aparecía la fascitis. Pero ahora ya sabemos que la fascia no se inflama y que, en cambio, se degenera y se “cuartea”. ¿Por qué ocurre esto en los corredores de fondo? Tanto si pisan de talón como si lo hacen con la parte delantera del pie, los corredores de fondo necesitan la  fuerza de la fascia para la propulsión. Si pisan de talón, la fascia sólo se estira y de manera gradual al terminar la propulsión, cuando los dedos del pie son lo único que contacta con el suelo. Pero si pisan con la parte delantera o media del pie, la fascia necesita soportar un estiramiento muy corto aunque de altísima intensidad (y proporcional a la velocidad y al peso del corredor).

Son estos estiramientos cortos y de alta intensidad los que lesionan el colágeno de la fascia plantar pero, al mismo tiempo,  los que lo estimulan para que se refuerce de manera que pueda soportar mayores cargas en el futuro. Entonces, ¿se lesiona o no se lesiona?

Como la mayoría de estructuras de nuestro cuerpo humano, el entrenamiento bien planificado y progresivo no sólo evita las lesiones si no que además permite entrenar más y más fuerte con el paso de los meses. Por esto los atletas de triple salto pueden soportar estos estiramientos tan fuertes en su fascia plantar, porque empezaron de jóvenes y cada vez iban aumentando la intensidad de sus ejercicios hasta ser capaces de llegar al foso desde los 11 y los 13 metros, por ejemplo.

En nuestro caso, a medida que corremos más rápido, nuestra pisada se vuelve más “delantera” y esto implica un mayor estrés para la fascia plantar. Lo mismo ocurre si llevamos zapatillas minimalistas o muy ligeras: para evitar el contacto con el talón, nuestro cuerpo nos obliga a pisar con la parte delantera del pie pero, ¿tenemos la fascia preparada?

Cómo prevenir la fasciosis plantar

Ha quedado explicado antes que el mismo proceso de lesión de la fascia es el que ayuda a prevenir que se lesione. Por lo tanto, todo radica en la cantidad del estímulo. Al igual que ocurre con el alcohol, no es lo mismo tomar una caña al día durante una semana que tomarse siete el sábado por la noche. Es decir, analiza en primer lugar cuántos días corres a la semana y si quieres reducir un poco el estrés que sufre la fascia, reparte los kilómetros totales en más días de entrenamiento.

Analiza también qué tipo de pisada tienes: ¿entras de talón o no? ¿A partir de qué velocidad pisas con la parte media del pie? ¿Cuántos kilómetros o metros puedes aguantar con la pisada de antepié? Un buen ejercicio para mejorar la resistencia de la fascia son las series de 400 metros, aunque te recomiendo empezar con las cuestas.

En las cuestas, casi por obligación pisarás con el antepié pero sin sobrecargar más de la cuenta a la fascia porque tu velocidad no será muy alta y tu impacto con el suelo también será menor (estás subiendo). Las cuestas son el ejercicio perfecto para la pretemporada: te dan fuerza y preparan tus músculos y tendones para las series que vendrán en los próximos meses.

Después de al menos cuatro semanas haciendo series en cuesta (de una a dos sesiones por semana), es el momento de pasar al llano. Si estás preparando fondo quizá no es necesario que empieces con las series de 400 metros, pero inclúyelas de vez en cuando para reforzar la fascia plantar. Y si con las series de 400 todavía no pisas con la zona delantera del pie, inténtalo con las de 300 o de 200. Después de cada serie, camina por lo menos durante un minuto y vuelve a empezar. Con el paso de las semanas serás capaz de aumentar el número de series y, con el tiempo, de aumentar la distancia.

Como trabajo complementario, a mí siempre me gusta hacer y recomendar el salto a la cuerda. Es un trabajo muy sencillo pero muy indicado para nosotros. Se trabaja la reactividad del pie, la coordinación de todo el cuerpo y refuerza tanto la fascia plantar como el tendón de aquiles.

Si haces una pretemporada donde se incluyan estos ejercicios de manera regular estoy casi seguro de que no sufrirás fasciosis plantar, aunque no te creas un superman y evita aumentar el volumen de kilómetros de una semana a otra en más del 10%.

El tratamiento de la fasciosis plantar

Si por desgracia no has conseguido hacer una buena pretemporada o incluso con esta prevención la maldita fasciosis plantar se ha instalado en alguno de tus pies (o en los dos), conviene que tengas paciencia.

Como se ha explicado al comienzo, la fascia no se ha inflamado y, por lo tanto, ni el hielo ni los antiinflamatorios te van a ayudar mucho. Del mismo modo, tampoco parece que las infiltraciones sean la solución perfecta e incluso se han dado varios casos de rotura de la fascia plantar en los sujetos que se habían infiltrado (aunque la verdad es que la obesidad también jugó un papel importante en la rotura). Entonces, ¿qué hay que hacer?

El colágeno de tu fascia se ha cuarteado un poco así que los estiramientos bruscos pueden dañarla más. Es importante que dejes de correr por ahora hasta que el tejido esté en condiciones de recibir nuevas tracciones. A mis pacientes les suelo aplicar ultrasonidos y microondas para favorecer el aumento de la circulación sanguínea, así como corrientes galvánicas. Otras técnicas como la EPI (Electrólisis Percutánea Intratisular) suelen dar buenos resultados, aunque debe aplicarlas un fisioterapeuta experto.

Los vendajes funcionales son muy útiles en el caso de que sea “obligatorio” correr o el paciente pase mucho rato de pie. Y también se recomiendas a veces las férulas nocturnas para evitar que la fascia se retraiga durante la noche y sea muy dolorosa por al mañana siguiente.

En conclusión, dedícale tres semanas al tratamiento de fisioterapia mientras dejas de correr (en la mayoría de los casos puedes hacer bicicleta para compensar) y a partir de la cuarta semana ya podrás empezar a realizar ejercicios de tensión progresiva, como los ejercicios excéntricos, el salto a la cuerda y skippings en las escaleras.

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