Si llevas tiempo en esto del atletismo, recordarás la imagen de Fabián Roncero parándose a estirar durante el maratón de Rotterdam del año 1998. Le faltaban escasos metros para llegar al kilómetro 39; corría a ritmo de récord del mundo. Un récord del mundo que se esfumó por culpa de unos calambres musculares.
Los calambres están ahí, casi todos los corredores los hemos sufrido alguna que otra vez: un músculo que se contrae de manera involuntaria e intensa, que no permite el normal funcionamiento del cuerpo. Sabemos lo que son pero ¿entendemos por qué se producen?
Durante décadas se creyó que la razón principal era la falta de electrolitos o la deshidratación (de ahí que se recomendara comer plátanos por el alto contenido en potasio que llevan o beber líquido con mayor contenido en sales). Pero no está tan claro y las nuevas teorías parecen reforzar la teoría neuromuscular: una contracción producida por la acción de una descarga neuronal.
Si esta teoría neuromuscular es la correcta, ¿cómo podemos prevenir los calambres? Simple y llanamente, entrenando mejor. Los calambres se producen por la fatiga muscular, por llevar el cuerpo un poco más allá de lo que está acostumbrado. Y entonces sucede: el músculo no se relaja como debería, la excitación neuronal se distorsiona y el músculo se contrae de manera involuntaria fastidiando y doliendo.
Puedes seguir comiendo plátanos, que ayudan, pero para prevenir los calambres la mejor solución es estar más entrenados.