Maratón de Sevilla, 42k hasta la gloria

Maratón de Sevilla, 42k hasta la gloria

Viaje relámpago para participar en una maratón improvisada, la Maratón de Sevilla. Volviendo de nuevo a la misma ciudad que me ha visto correr maratones hasta en 3 ocasiones; 2005, 2007 y 2016. Tras 4 años, tocaba estrenarse en el nuevo circuito inaugurado el año pasado.

Llegado el sábado por la mañana, con tiempo para poder disfrutar un poco de la ciudad, del ambiente sevillano y de la Feria del Corredor. Una feria correcta y algo mejor o bastante mejor que en las ediciones anteriores en las que había participado. Con más sponsors, más stands y mucha más participación. Recoger el dorsal, el cortavientos - un clásico de esta prueba- y listos para preparar todo para el día siguiente no sin antes comprobar la ubicación de la nueva salida, controlar zona de guardarropa y reconocer recorrido.

Tocó madrugar el domingo, desayunar como de costumbre, calmarse y visualizar la carrera antes de empezarla. Decidí desplazarme desde el centro caminando hasta la salida, ya que el servicio de autobuses habilitado no se encontraba cerca. Ahí, coincidí con una chica alemana y un chico inglés que buscaban los autobuses para llegar a la salida y, que finalmente, se unieron a mi. Por el trayecto comentamos experiencias, dejando parte de los nervios por el camino.

Llegamos al Paseo de las Delicias y nos despedimos. Solo, tocó centrarse. Entré en la zona del guardarropa, muy bien dispuesto y organizado, con varias carpas y pocas colas. El servicio fue rápido y eficaz, además, contaba con voluntarios super simpáticos. Fui al WC, preparé la alimentación, me puse una capelina y me dirigí al cajón de salida con más de 30 minutos de tiempo, tapadito para no pasar frío, aunque el resfriado no me dejó estar cómodo del todo.

Poco a poco se fue llenando el cajón, hasta quedar totalmente abarrotado. Eramos más de los casi 14000 corredores dispuestos a desafiar a Filipides.

El evento empezó a su hora. Primero con la salida de los participantes en sillas de ruedas, seguidos de los élite y a continuación, todos los demás. Distribuidos por cajones; sub 2.45, sub 3 y demás....esta vez salía en el cajón sub 3h, con el objetivo de bajar de 3 horas y, si podía, cruzar la meta en 2h55.

Empezó la carrera por una avenida muy ancha, perfecta para abarcar al gran volumen de corredores e ir, poco a poco, ubicándose en el sitio que nos correspondía a cada uno, según su objetivo. Los primeros kilómetros me los tomé con calma, calentando y familiarizándome con el ritmo deseado a llevar el resto de la carrera. El ambiente era increible, tanto del público como de los corredores, que con el tiempo empezaron a distanciarse. Los primeros 5km pasaron muy rápido. Los corrí a un ritmo óptimo a pesar de perder un poco en los dos primeros km. pasando por delante de la Torre del Oro, la Maestranza y el Puente de la Barqueta. A continuación, los siguiente 5km tenían lugar por el tramo más complicado de toda la maratón; la zona Cartuja, antiguo final, y Triana. Manteniendo las avenidas anchas, rectas largas y fáciles de correr, con algún tramo peligroso o sin animación. Por suerte duró poco y aún estaba fresco.

Tras esos 10 primeros kilómetros durillos por un circuito muy llano y rápido, el resto del camino fueron mucho mejor. Con subidón incluido al pasar de nuevo por el Paseo de las Delicias, sobre el km 11-12, con el ambiente de la salida y los tres puntos de animación en los primeros 5 km. De nuevo volvimos a pasar por la Torre del Oro, para mi, uno de los puntos más bonitos de la ciudad, seguido de la Maestranza sobre el 15 repitiendo el tramo inicial. Los próximos kilómetros discurrieron por 3 largas rectas, bastante solitarias donde los grupos de corredores cada vez se iban haciendo más pequeños. Hasta la media maratón a penas había animación.

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Al llegar a la media maratón tras un recorrido llano y rápido nos acercarnos a la estación de Santa Justa, era el momento de hacer una revisión de uno mismo y valorar como estaba. Físicamente, mentalmente y a nivel de ritmos. Las sensaciones eran buenas, llevaba buen ritmo y muy regular. 1h26 y ya llevaba la mitad de la carrera y estaba en un estado óptimo, aunque no me podía relajar. Contento, a partir de ahí solo tocaba restar kilómetros y tirar de cabeza, ya que poco a poco las piernas se iban cansando. Los siguientes kilómetros si se hicieron pesados y no era por el recorrido.

Respeté al máximo las pautas que me había marcado de alimentación, un gel cada 6-7 km coincidiendo con los avituallamientos de la organización. Obligándome así a beber. Un detalle a destacar de la carrera era el uso de vasos de papel, una iniciativa pensando en el medio ambiente y en maneras de reducir el consumo de plásticos. Y otro, la cantidad de avituallamientos establecidos cada 2,5 km aproximadamente a partir del 5km. Avituallamientos con agua, geles y bebidas isotónicas.

A partir del 26km el trazado fue bastante favorable, con cierta bajada y con mucha más animación, lo que me ayudó a retomar el control de mis piernas y una actitud más positiva. Aunque eso sí, cada vez había más corredores flojeando y cada vez los grupos se distanciaban más y más.

Pasada la zona del Nervión, solo podía pensar en llegar a la glorieta Plus Ultra y encarar el Benito Villamarín, donde mi memoria conservaba buenos recuerdos gracias a su ambientazo. El público te animaba de manera a darte alar para poder encarar los últimos kilómetros hasta llegar a la esperada meta. Sobre el km 31, aproximadamente, como siempre los béticos no defraudan antes de entablar una larga recta y solitaria a través de la Avenida La Palmera con viento de cara. Un tramo que se me hizó eterno hasta por fin llegar a la Glorieta Méjico.

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Los últimos 8 km de carrera, para mi fueron los mejore. Corriendo con cabeza, piernas y corazón, aunque con lo que realmente consiguió que me moviera era la gente y la belleza de la ciudad. No me podía rendir y además, quería disfrutarlo al máximo. Saborear cada uno de esos últimos kilómetros.

Feliz, satisfecho, olvidando el dolor de patas y el dichoso resfriado, pude disfrutar de la ciudad, a pesar de los adoquines por el Parque María Luisa y Macarena. Llegué sonriendo y posando a Plaza España. Un lugar que me encanta, donde me encontraría uno de los últimos avituallamientos en el km 35 de carrera antes de enfrentarme con dos kilómetros algo más ”sosos” en cuanto a ambiente y volviendo a sufrir un poco en solitario. Esperando de nuevo llegar a Macarena para resucitar como el Villamarín. Tras ese mal rato, volvió la animación y el ambiente característico de esta maratón. Por todas las calles, desde las más estrechas hasta las más anchas, encarando los 3-4 últimos kilómetros entre música, gritos y palmas a lo largo del centro de Sevilla.

Al entrar en la Campana me relajé, me dejé llevar un poco tras mi peor kilómetro, pero viendo cada vez más cerca la meta de mi maratón #50. Lo que parecía un mundo por fín parecía que iba a ser una realidad. Bajar de las 3h y conseguir ese 2h55. Empecé a agradecer mentalmente a todos y cada una de las personas que habían acudido a animar, choqué las manos de todos los niños que pude y sonreí con los cantos de todos ellos. Los últimos kilómetros fueron emocionantes pasando delante de la Giralda, San Fernando y encarar por María Luisa de nuevo Las Delicias.

Llegó al kilómetro 42 cansado, aunque mi cabeza quiera dar más mis piernas no acompaña. Entre lagrimas de emoción y de alegría por fin llega el arco de meta. Ni 3h ni 2h55, el domingo conseguí mi mejor marca personal en la distancia madre tras 10 semanas de duros entrenamientos. 2h 53 minutos y 38 segundos. La felicidad que sentí es inexplicable, una sensación que solo aquellos que han experimentado una maratón pueden entender ... Además, Sevilla tiene un color especial. Medalla en mano y tras recoger el último avituallamiento de meta con fruta, agua, isotónico y Cruzcampo me despedí de la carrera, Me fui de la zona pasando por delante del stand de Fisios de Physiorelax y recogiendo mis cosas, rápido y sin colas. Eso sí, con las piernas destrozadas y con una gran sonrisa en la cara mientras me hidrataba.

Conseguir esta marca personal es un premio de valor incalculable tras unos meses muy duros tras una lesión, por fin puedo decir que estoy recuperado y me siento más animado. Ahora, una vez en casa, me pongo a recordar todo lo vivido el domingo o mirando las imágenes de la prueba, lo valoro aún más.

La maratón de Sevilla 2020 siempre estará en mis recuerdos. Mi maratón número 50 y mi MMP  ... de momento. Quien sabe, igual no será la mejor, aunque de momento toca centrarse en mi próximo objetivo en Barcelona como liebre en la Maratón de Barcelona. Una experiencia diferente, aunque posiblemente más especial.

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