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Mo Farah: su camino hasta Río

Los JJOO de Londres podrían haber supuesto la guinda de la carrera de Mo Farah. El doble oro olímpico de 5.000 y 10000 metros ya le aseguraban un lugar en lo más alto de la historia del atletismo. “Aquel momento fue lo mejor que me ha pasado. Cambió toda mi vida. Ganar significó mucho. Y 75.000 personas gritando tu nombre y animándote es lo mejor que te puede pasar”. Pero aquel par de medallas no vinieron solas. Coincidieron en el tiempo con el nacimiento de sus dos hijos gemelos.

Farah, también gemelo, nació tan sólo unos minutos después que su hermano, Hassan, en 1983 en Mogadiscio, Somalia. Cuando los niños tenían ocho años, la familia decidió mudarse a Londres, donde el padre vivía y trabajaba, pero el hemano de Mo enfermó y no puedo viajar. El inicio de la Guerra Civil Somalí hizo que los Farah no pudieran regresar a por el pequeño Hassan.

Este hechó marcó la educación de Mo, quien recuerda que había momentos en que podía sentir el estado físico o emocional de su hermano. Farah se vio obligado además a adaptarse a u nuevo país sin ningún conocimiento de inglés. Su vida diaria era problemática y ocasionalmente acababan en peleas en el patio de la escuela o le dejaban asustado, aislado y frustrado.

Buscó consuelo en el fútbol, pero pronto llamó la atención de su profesor de educación física por su forma de correr, sin esfuerzo. Mientras Farah se esforzaba por sentirse aceptado entre sus compañeros, el profesor animó a apuntarse a un club local de atletismo. No creo que hubiera llegado donde estoy sin el apoyo que recibí de joven, pero llega un momento en que hay que ser capaz de hacer lo correcto”, confirma Farah. “Cuando corres, nadie te cubre: si tienes mal día, buen día, no hay manera de esconderse, y a veces resulta muy difícil. Tu equipo puede hacer por ti todo lo que quiera, pero eres tú quien tiene que ir y correr alrededor de la pista y hacerlo bien. El entrenador está ahí para guiarte, pero no para llevarte de la mano”, asegura.

En 1997, empezó a ganar carreras escolares de campo a través. Sus victorias le hicieron un hueco en el Campeonato de Europa Júnior de Atletismo de 2001 en los 5.000 metros, donde ganó el oro. Fue entonces cuanso Farah visitó Florida para un campamento de entrenamiento y empezó a entender el potencial de su deporte: cada victoria podía acercarle un poco más a su ciudad y a Hassan.

Trabajó en restaurantes de comida rápida y como dependiente en una tienda de deportes para ganarse la vida mientras continuaba con sus entrenamientos. Finalmente, en 2003 había ahorrado ya lo suficiente dinero para ir a Somalia y buscar a su hermano. Ese encuentro fue, según Farah, “el mejor sentimiento posible”. Aunque los gemelos habían llevado vidas totalmente diferentes, se reconocieron al instante; al escuchar a Hassan por primera vez en más de diez años, Farah se sintió como si se oyera a sí mismo.

El reencuentro con su hermano completó la pieza que faltaba para sentirse pleno y empezó su carrera como atleta de élite. En 2005 se produjo un antes y un después. Farah entró a vivir en una casa con corredores de fondo de Kenya, y ahí cambió su forma de ver la vida y sus entrenamientos. “Se me abrieron los ojos. Si tenñia que competir con ellos tenía que trabajar más duro aún. Desde ese momento me empleé de lleno y desde entonces todo ha sido comer-dormir-entrenar”.

No todo fueron éxitos. También saboreó el amargo sabor de la derrota y es que en 2008, no consiguió pasar a la final en los 5000 de los JJOO de Beijing. Aquella derrota le llevó a trabajar con más determinación si cabe y a enfocar sus entrenamientos con menos kilómetros y un calendario escalonado orientado a la competición. Esta estrategia, combinado con entrenamiento en altura, todavía sigue acompañando a Farah. "Yo solía pensar que correr era simplemente correr, pero a medida que se llega a un nivel más alto se trata de hacer más cosas: pesas, combinar velocidades…  Mi ejercicio favorito consiste en trabajar la velocidad. Me encanta ser capaz de esprintar”.

En 2011 Farah tomó una gran decisión: un nuevo entrenador, Alberto Salazar,  y un nuevo hogar, Portland (Oregón). "Creo que es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Es importante confiar en tu entrenador. Y yo y Galen -su compañero de entrenamientos- confiamos plenamente en Alberto. Él no es sólo un entrenador normal, es alguien que ha estado allí y lo ha hecho".

“Estar meses y meses de entrenamiento sin poder ver a tu familia, a tus hijos, duele, pero me en la pista se me pasa todo. Siempre pienso en la competición, pero todo sucede en los entrenamientos", asegura.

Con la ayuda de Alberto Salazar y sus métodos, Farah ha sido capaz de contrarrestar los contratiempos y fracasos para darle la vuelta y que se conviertan en la semilla de los éxitos. "Mis rivales lo saben todos de mi, me estudian cada vez más y  las competiciones se vuelven más y más difíciles, pero lo asumo." Farah está decidido a seguir añadiendo éxitos a su carrera y volverá a luchar en Río por representar a su país al más alto nivel.

"Hay un punto en tu carrera en el que dejas de disfrutarlo y no quieres más, y es entonces cuando tienes que retirarte. A mí no me ha ocurrido eso. Más que nunca, quiero salir y hacerlo por mis hijos, por mi familia, por mí. Quiero ganar, quiero hacer historia, quiero seguir y quiero ser capaz un día de impresionar a mis hijos, y [por ellos] seguir adelante, 'Mira, papá era bueno.' " 

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