Llegaban Mo Katir y Jakob Ingebrigtsen como los grandes nombres propios a la final del 5.000. Dos tipos heridos que no cumplieron sus expectativas en el 1.500 y esperaban con rabia a la revancha del domingo. Sobre una distancia que no es la predilecta ni del uno ni del otro, ambos volvieron a ofrecer un duelo que fue como un orgasmo. Duró poco, pero se disfrutó mucho. Todo sucedió en el último cuatrocientos. Pero comencemos por el principio.
Salió el grupo a un ritmo más sosegado del que quizá se esperaba. Los africanos, siempre osados sobre el tartán, marcaban el compás hasta que Ishmael Kipkurui se despegaba del pelotón pasando el primer mil en 2:46.56. El órdago del keniano lo aceptó Chelimo, que metió una marcha más acelerando el ritmo del grupo y recortando distancias sobre Kipkurui, quien empezaba a preocuparse de ver a los etíopes cada vez más cerca. Mientras, Mo Katir e Ingebrigtsen se mantenían ajenos a la guerra y aguardaban su momento. Éste llegó a falta de dos vueltas, cuando el noruego y el muleño tomaron posiciones y decidieron que aquello iba a ser cosa de dos.
A falta de media vuelta Katir lanzó el ataque. Se escapó gracias a ese turbo que otorga el milqui, y así, solo Jakob aceptó el desafío. Como enemigos íntimos que ya son, esprintaron sacando todo lo que llevaban dentro. Katir lo tenía, o eso parecía mientras avanzaba por la interminable recta de meta, con un Ingebrigtsen que apretaba los dientes confiando en que la carrera no se le quedase corta. Y lo cazó justo cuando debía, apenas a 20 metros de la meta.
El crono de Jakob se detuvo en 13:11.30 y el de Katir en 13:11.44. Para que se hagan una idea, ha habido finales de 100 metros lisos menos apretadas. Tal como se dio, es posible que “en caliente” a Katir la plata le sepa a poco. Pero la única realidad es que es un éxito mayúsculo. No solo por el propio metal obtenido, sino por haberlo hecho después de la decepción del 1.500, que nadie sabía lo que podía pesar en su cabeza.
La plata del atleta muleño sumado a los oros de Álvaro Martín y María Pérez encaraman a la Selección Española de Atletismo a la tercera posición del medallero. Es el mejor campeonato del mundo para nuestro país, y no es casualidad. Asistimos con orgullo y optimismo a una de las mejores generaciones de corredores que se recuerdan. Y si repasan sus edades, se darán cuenta de que esto solo acaba de empezar. Pónganse cómodos que se vienen muchas noches de pasión sobre la pista.