Escribir sobre estas zapatillas, las Nike Vaporfly 4%, donde casi todo el mundo tiene ya una opinión fundada, no es tarea sencilla. Puedo remitirme a los estudios científicos que se han hecho, a los ríos de tinta que se han vertido ya tanto en redes sociales como en blogs a lo largo del mundo, o puedo hablar de mi propia experiencia. Y luego, preguntarme: ¿cuánta de esta información está sesgada por el márquetin?
Dejadme empezar entonces por una pequeña introducción sobre lo que se siente al calzártelas por primera vez. Las zapatillas son raras, extremadamente altas y sorprendentemente ligeras. Tan anchas en el antepié que a nadie le apretarán y con un drop tan exagerado que el cuerpo se ve inclinado hacia adelante a punto de correr. Y al correr… lo que se nota es la reactividad, muchísima reactividad y más aun si se corre rápido.
Las alarmas saltaron desde el comienzo, cuando se anunció que las famosas zapatillas Vaporfly llevaban una placa de carbono en la mediasuela capaz de actuar como un muelle. Los más puristas recordaron el artículo 143 de la IAAF y su ambigüedad: Any type of shoe used must be reasonably available to all in the spirit of the universality of athletics. Shoes must not be constructed so as to give athletes any unfair assistance or advantage (Toda zapatilla debe estar disponible a cualquiera en favor del espíritu de universalidad del atletismo. Las zapatillas no deben estar fabricadas de tal manera que ofrezcan una asistencia o ventaja desleal a los atletas).
El uso de la placa de carbono se consideraba, para muchos, una ventaja desleal, algo así como las prótesis de Oscar Pistorius en atletismo o los famosos trajes de baño LZR de Speedo. Pero buceando en el baúl de los recuerdos, resulta que las placas de carbono ya se habían usado con anterioridad y nadie había dicho nada. Modelos como las Adidas Gazelle Pro-Plate o las Fila Racer (zapatillas del año 2000), llevaban insertada una placa de carbono. Adidas dejó de insertarla allá por el año 2004 porque, según parece, la zapatilla resultaba demasiado cara y algo pesada. Lo primero me suena un poco a excusa porque no creo que Nike deje de fabricar las Vaporfly porque sean caras (¿quizá en 2004 el márquetin no era el mismo de ahora?); de lo segundo, en cambio, sí estoy muy de acuerdo: las zapatillas Gazelle Pro-Plate pesaban 322 gramos. Y aquí entramos en la parte importante. Quizá no es la placa la que esconde el secreto sino la espuma; una espuma que permite insertar una placa de carbono y un drop de 10 milímetros con un peso total de menos de 200 gramos.
Si ya había zapatillas que usaban las placas de carbono hace casi dos décadas, si existen otras como las Skechers GoRun que las llevan en la actualidad, ¿por qué las Vaporfly parecen tan mejores que el resto? Ésta es la pregunta que se hizo Wouter Hoogkamer y ésta es la conclusión a la que llegó con su estudio en la Universidad de Colorado (The Biomechanics of Competitive Male Runners in Three Marathon Racing Shoes: A Randomized Crossover Study): la espuma (llamada ZoomX) retornaba 45 veces más energía que la placa (0,318W/kg frente a 0,007W/kg). Usaron a 10 corredores con un prototipo de Vaporfly y otras dos zapatillas (las Nike Zoom Streak 6 y las Adidas Adezero Adios Boost2) para correr en la cinta a 16km/h. Al comparar las zapatillas, los corredores conseguían menor frecuencia de zancada y mayor longitud de paso mientras usaban las Vaporfly, algo que se traduce como “ir más fácil” y, por lo tanto, gastar menos energía a igual velocidad.
El problema está en que la muestra de 10 corredores es muy pequeña y, además, correr en la cinta no es lo mismo que correr en la calle. Y conseguir beneficios a 16km/h no significa que se consigan beneficios corriendo más rápido o durante más tiempo. Para ello, nada mejor que un mega estudio realizado por el New York Times (publicado el 18 de julio de 2018) gracias a los datos que miles de corredores suben continuamente a Strava. En el estudio se analizaron casi medio millón de resultados de carreras entre 2014 y 2018 y se vio que, a nivel similar de condición física, los que usaban las Vaporfly corrían un 3-4% más rápido que los demás. Y, si se hacía un ranquin que zapatillas, la Vaporfly era la zapatilla más rápida globalmente con la siguiente zapatilla a un 1% de distancia en tiempo (siempre normalizado por nivel de corredores, no en tiempo total).
Los propios autores del estudio advierten que sacar datos de Strava tiene sus limitaciones (a quién no le han quitado un récord de segmento oliendo a rueda de bicicleta), pero me quedo con un dato curioso que añaden al final: los atletas que pasaron de “otras” zapatillas a Vaporfly y mejoraron sus tiempos, empeoraron de nuevo al abandonar las Vaporfly. Fueron sólo 24 casos de casi medio millón, pero es un dato aterrador. Como igual de aterrador es que atletas patrocinados por otras marcas se atrevan a correr con las Vaporfly de Nike porque consideran que si no lo hacen están en inferioridad de condiciones.
Algo así, por ejemplo, criticó Roger Pielke Jr, director del centro deportivo de la Universidad de Colorado, a raíz de los trials de maratón de EEUU de 2016. Para no alargar la explicación, lo que dice Roger es lo siguiente: Kara Goucher quedó 4ª pero no llevaba las famosas Vaporfly. Amy Cragg (1ª) y Shalane Flanagan (3ª), sí las llevaban. Según él, si Kara Goucher hubiera usado las Vaporfly en lugar de sus Sketchers, se habría clasificado para los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, dado que la diferencia con Flanagan fue de solo el 0,7%. Es decir, él defiende que Kara Goucher estaba en inferioridad de condiciones y, por lo tanto, estamos hablando de “dopaje tecnológico”.
Si echamos la vista atrás, en algunas ocasiones se ha llegado a prohibir el uso de ciertas zapatillas porque de verdad las consideraron ventajosas. Han sido casos especiales y no exentos de polémica, con teorías de la conspiración paseando por detrás incluso. Eran aquellos años de disputas entre EEUU y Rusia donde cada detalle contaba y cada victoria se celebraba costase lo que costase. Así, por ejemplo, cuando Yuri Stepanov batió el récord del mundo de salto de altura con 2,16m en 1957, también saltaron las alarmas. Durante 44 años, el récord estaba en posesión de atletas americanos y este “robo” causó tanto revuelo que una foto de aquel saltó armó el festín. Al parecer, la parte delantera de la zapatilla tenía un añadido en la suela que elevaba el pie quizá hasta 3 o 4 centímetros. Con esta ventaja, saltar más alto era más fácil y la IAAF se apresuró a añadir una norma para las zapatillas de altura: no podrán tener más de 13mm de grosor en su parte delantera.
Llegados a este punto, la discusión no es tanto si las Nike Vaporfly ayudan a correr más rápido (porque parece bastante claro que sí lo hacen) sino si deberían estar vetadas o no. Y yo opino que no. Al fin y al cabo, ¿no deberían las marcas deportivas innovar para fabricar zapatillas mejores cada vez? Pues esto es lo que Nike ha hecho: una zapatilla mejor que las anteriores y mejor que la competencia. Pero las zapatillas no lo son todo, ¿o acaso no creéis que Mary Keitany es la mejor maratoniana de los últimos años por resultados conseguidos? Pues Mary Keitany corre con zapatillas Adidas y atletas de altísimo nivel corriendo con las Vaporfly ni siquiera se le acercan.
En fin, que hay opiniones para todos los gustos. Entiendo a los que quieren prohibir las zapatillas, aunque no comparto su opinión. Y me surge una nueva duda. Si se prohíben las zapatillas, ¿creéis que Nike dejará de fabricarlas? Eso sí que sería una gran acción de márquetin porque, ¿quién prohibirá a un popular usar las Vaporfly aunque estén vetadas por la IAAF?