La renuncia de los maratonianos Eliud Kipchoge, Wilson Kipsang, Mary Keitany y Florence Kiplagat a participar en el Mundial de Londres (del 4 al 13 de Agosto) pone en evidencia la escasa o nula comunicación entre los federativos de Nairobi y los corredores del Rift Valley. En menos de una semana se han caído del cartel de seleccionados cuatro grandes figuras del fondo keniano. La buena noticia es que la victoria en el maratón mundialista de Londres estará más abierta que nunca, gracias en parte a una cantera que parece inagotable.
Kenia ha cubierto plazas inmediatamente con la pareja de ganadores en París, Paul Lonyangata y Purity Rionoripo, y puede contar con el vencedor en Boston, Geoffrey Kirui, y en Londres, Daniel Wanjiru. Kipchoge y Kipsang tienen una cita con el cronómetro en Berlín, el próximo 25 de septiembre.
A nivel económico, parece claro que el maratón mundialista no resulta competitivo en premios frente a los Majors. Los corredores africanos no gozan de ningún tipo de ayuda o beca federativa y, habitualmente, en Mundiales se ha premiado como máximo con 60.000 euros al primero, 30.000 la plata y 20.000 por la medalla de bronce, y premios menores hasta el octavo clasificado. Incentivos, en cualquier caso, alejados de la tentadora bolsa que los plusmarquistas mundiales -el oficial y el no oficial– pueden lograr en el maratón de Berlín si cae el récord del mundo (2:02'57 horas), en una carrera en todo caso hecha a su medida.
El Mundial de atletismo también compite con la tradición maratoniana de los kenianos. La máxima aspiración de un corredor del Rift Valley es el oro olímpico. En la siguiente escala de valores está conseguir un récord del mundo o ganar el maratón de la capital de sus ex colonizadores. Triunfar en un Major como Londres, Nueva York, Tokio, Chicago o Berlín supone, además del impacto económico, un gran reconocimiento social para cualquier atleta del Rift Valley. A riesgo de generalizar, un título mundialista ocupa un segundo plano en comparación con los citados.
A todo ello hay que sumar el mal ambiente y la poca disposición a formar parte del equipo de algunos atletas apartados de la selección olímpica por conflicto de intereses extradeportivos. Salvo la impecable lección de correr y ganar de Kipchoge, la bochornosa actuación del resto de los maratonianos olímpicos en Río 2016, incluido el positivo por dopaje de la campeona Jemima Sumgong, pasa ahora factura.