Paavo Nurmi. El finlandés volador

Paavo Nurmi. El finlandés volador

En las 12 pruebas olímpicas que participó entre 1920 y 1928 ganó la friolera de nueve medallas de oro y tres de plata, que podían haber sido más si le hubieran dejado competir en Los Angeles ’32. Dominaba las pruebas de fondo, medio fondo y cross (campo a través) hasta el punto que en sus 14 años de carrera, nunca fue batido en las distancias de 10.000 metros y campo a través. Sin duda, supo continuar, y llevar al máximo exponente, la tradición de los atletas finlandeses (grandes dominadores del fondo internacional en la primera mitad del siglo pasado) que había iniciado el héroe de su niñez, Kolehmainen.

Hijo de un carpintero, Paavo Johannes Nurmi  (Turku, 1897-Helsinki 1973), empezó a correr por los frondosos bosques finlandeses cuando sólo tenía nueve años. Vivía en una pequeña cabaña y se alimentaba a base de verduras y pescado, lo que unido a los crudos y fríos inviernos en esas tierras septentrionales, fue clave  para otorgarle una resistencia sobrehumana.

Su debut olímpico tuvo lugar en Amberes, donde se apuntó el oro en los 10.000 metros y en las pruebas de campo a través (individual y por equipos), además de la plata en 5.000. La técnica de Nurmi se basaba en el mantenimiento de una zancada regular, algo que tenía mucho mérito en aquella época si tenemos en cuenta que los mismos atletas llevaban su propio cronómetro en la mano (no se daban los registros parciales al final de cada vuelta), lo que les permitía saber sus tiempos en todo momento y escoger el ritmo de carrera deseado.

Sus mejores Juegos Olímpicos fueron los de París (1924) en los que ganó cinco medallas de oro: cross individual y por equipos, 3.000 metros por equipos, 1.500 y 5.000.  Y pudieron haber sido seis oros si le hubieran dejado participar en los 10.000, pero el comité olímpico finlandés estimó que ya había competido demasiado. Curiosamente, las dos últimas finales citadas las corrió con un intervalo de 90 minutos, lo que debe ser considerado una hazaña. Además, aquel fue uno de los días más calurosos de la historia en la capital francesa. Se produjeron muchos desmayos entre atletas y público, lo que provocó que el COI excluyera del programa olímpico la prueba del campo a través desde la cita parisina. No es de extrañar, por tanto, que las crónicas de la época hablaran de su poder sobrenatural.

En 1925 pasó cinco meses en los Estados Unidos, durante los cuales ganó 53 de las 55 carreras en las que participó, lo que le sirvió como preparación para su tercera cita olímpica, en Amsterdam ‘28, donde conquistó el oro en los 10.000 metros y la plata en 5.000 y 3.000. No pudo competir en Los Ángeles ‘32, acusado de haber percibido dinero durante su estancia en Norteamérica, lo que le hacía perder su condición de amateur. Sin embargo, la admiración y el respeto hacia su figura siguieron intactas por el resto de sus días. Algunos años más tarde, en los Juegos que se celebraron en su país (1952), fue el portador de la antorcha olímpica y el encargado de encender el pebetero. En 1973 fue enterrado con honores de héroe nacional y su estatua aún se puede visitar hoy en los aledaños del Estadio Olímpico de Helsinki. Además, su cara aparecía en los billetes de diez marcos finlandeses entre 1968 y 2002, cuando el euro sustituyó a la moneda autóctona. Y, por si fuera poco, en su ciudad de nacimiento (Turku) se organiza un maratón que lleva su nombre.

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