“Sólo el 5% de los que suben al Everest son alpinistas verdaderos”

“Sólo el 5% de los que suben al Everest son alpinistas verdaderos”

Òscar Cadiach ha coronado los 14 ocho miles que hay en la faz de la tierra sin la ayuda de oxígeno adicional. Por lo tanto, es más que una voz autorizada para hablar sobre la materia. El boom y el atasco de cada primavera en la cima del mundo, el monte Everest (8.848 metros), se ha vuelto a producir este año con tintes aún más dramáticos. En pocos días, han muerto 10 personas en el techo del mundo y una imagen de colas interminables se ha hecho viral, mostrando la peor cara, quizás la más comercial, en la que algunos han convertido al Sagarmatha –nombre nepalí con el que se conoce al punto más alta del Himalaya-. Cadiach cuenta en su haber con 2 ascensiones al Everest, una por la arista noreste (1985, de hecho fue el primer occidental en escalarla) y después por la polémica ahora arista sur (1993).

“Sólo el 5% de los que suben al Everest son alpinistas verdaderos”

¿Cómo definirías lo que está ocurriendo estos días en el Everest?

Es penoso. Pero no es algo único de esta temporada, sino que es un fenómeno que se repite cada año por estas fechas, en primavera. No me gusta hablar de límites en la montaña, pero, en este caso, creo que se debería limitar el acceso para no lamentar más víctimas. Este tipo de imágenes y de colapsos no tienen nada que ver con el alpinismo. Muchas personas no preparadas deben esperar mucho tiempo –algunas fuentes hablan de esperas de entre 20 minutos y 1 hora y media- para llegar a la cumbre, siempre por encima de la zona de la muerte y con una preparación que no es la adecuada.

¿A qué se debe?

Hay muchas personas que llegan a pagar un dineral (en algunos casos más de 11.000 dólares) para subir conectados a una botella de oxígeno hasta la cumbre más alta del mundo junto a un guía que les ayuda a subir (en este caso, estamos hablando de la cara sur de acceso a la montaña, la más asequible y equipada con cuerdas fijas). La masificación de las expediciones comerciales se ha convertido, lo hemos visto, en un atasco mortal. Cada año, sobre estas fechas, se produce una ventana de buen tiempo que supone el mayor reclamo para las expediciones de este tipo. Sin embargo, el riesgo, como hemos visto, sigue siendo latente. Muchas personas se obsesionan en llegar hasta la cumbre, se vacían, y no tienen en cuenta el largo recorrido de bajada que deben asumir después, cuando prácticamente ya no tienen fuerzas para ello. Pueden morir de fatiga.

Sin ir más lejos, más de 200 personas pisaron la cumbre el pasado día 22 de mayo. Una cifra sin precedentes en toda la historia del Everest. Y es que las ascensiones suponen todo un negocio para las empresas que organizan las expediciones –y también para el gobierno del Nepal-. ¿Qué es lo peor para este tipo de alpinistas inexpertos?

Lo peor es la espera. Como hemos vista, las largas colas generan un colapso en la vía de acceso a la montaña. Y esto acaba desgastando a algunas personas hasta límites insospechados. En el peor de los casos, hasta la muerte. Hablabas de los beneficios que sacan estas empresas, pero es que algunos datos cifran en 4 millones de euros por temporada –por la concesión de permisos- lo que puede llegar a ingresar el gobierno de Nepal. Se piensa en el dinero, sin tener en cuenta la seguridad ni la preservación de la montaña.

¿Habías visto alguna imagen como la de este año que ha dado la vuelta al mundo (más de 200 personas haciendo cola para llegar a la cima del Sagarmatha, esperando antes de afrontar el famoso escalón de Hillary, una roca vertical de 12 metros)?

(Reflexiona un instante antes de responder). La verdad es que los alpinistas nunca hemos conocido el Everest como lo estamos viendo ahora, así de masificado. El pastel a repartir entre todos los implicados, tanto por parte de las empresas como del gobierno, tal y como te comentaba, es muy grande. Tanto que este fenómeno social de subir al Everest se repite cada primavera. Eso sí, nunca lo había visto como este año. Sin ir más lejos, este año se han concedido 380 permisos (récord absoluto desde la primera ascensión con éxito de 1953).

¿Y eso que supone en cifras reales?

Piensa que cada permiso puede suponer de 1 a 20 personas. Es aquí, en este punto, donde está la masificación que hemos visto. Como te he dicho anteriormente, nunca habíamos conocido el Everest así, pero, pienso que también debemos sentirnos responsables de lo que está sucediendo. Yo, por mi parte, me siento así.

La alerta que se ha experimentado la última semana no es algo nuevo. Sin ir más lejos, más de 250 alpinistas ya ofrecieron una imagen similar en 2012, aprovechando otra ventana de buen tiempo al final de la primavera. Viendo los precedentes, y que la historia se repite, ¿se debería regular subir al Everest con oxígeno?

Este debate no es nuevo en el mundo del himalayismo. En mi caso, subí a los 14 ocho miles sin la ayuda de oxígeno. Más que sobre este tema en cuestión, sí tengo claro que las autoridades pertinentes deberían estudiar fórmulas de cómo limitar, prohibir o incluso cerrar el acceso a la montaña, en el peor de los casos. No debemos pensar sólo en evitar tragedias como éstas, sino también debemos ser conscientes de nuestro papel en defensa del medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático. Más allá de estas tragedias, también hay que ser conscientes de que se están contaminando los glaciares del Himalaya y, en consecuencia, los ríos. Con el grave problema ambiental que todo esto puede acarrear. Además, hay toneladas de basura acumuladas a 6.000 o 7.000 metros de altura en el Everest que nunca se recogerán.

¿Los medios de comunicación son corresponsables de esta situación por su efecto llamada y quizás banalización –en algunos casos- de lo que supone ascender a una montaña de más de 8.000 metros?

Los medios de comunicación, en parte, también son responsables de esta situación. Muchas veces se destaca la cifra por encima del peligro. Me explico, cuántas veces hemos visto una información en la que se destaca el récord de más personas en la cumbre del Everest, a pesar de que suben por la vía ferrata más larga del mundo, que es en lo que se ha convertido la vertiente sur de la montaña. Hablan de accidentes, de muertes, cuando hay que tener en cuenta que sólo el 5% de los que suben son alpinistas verdaderos que escalan sin oxígeno.

Y el otro 95%...

El otro 95% es gente poderosa que sube al precio que sea necesaria para poder poner en su tarjeta de presentación que han llegada a la cima del mundo, que son Everest Summiter. Es así de triste. Hay que tener en cuenta que el porcentaje de muertos se mantendrá o incluso se incrementará si no se toman las medidas necesarias. El punto más alto del mundo ya hace demasiado tiempo que, lamentablemente, ha dejado de ser exclusivo para los alpinistas y para aquella gente que ama realmente la montaña. Algunos piensan que con dinero se pueden lograr todo, pero exponen su vida por ello, un precio demasiado alto. A la dificultad técnica y física que exige el Everest, hay que sumarle el frío y el peligro de estar mucho tiempo a gran altura. Todo se puede complicar incluso más cuando, para respirar, se depende del uso de una botella de oxígeno. Lejos queda aquel Everest de los años 80, cuando costaba mucho poder montar una expedición y hacer cumbre.

Como decíamos al principio, Òscar Cadiach sabe muy bien de lo que habla. Fue el primer occidental en coronar el Everest en 1985 por la arista noreste.

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