El despertador, fiel a su cita diaria, ha sonado a las 7 a.m. Jesús y Alejandro se han levantado como un resorte, mientras que a Arturo y a mí nos ha costado un poco más. Era una buena señal que nuestros héroes no se quejaran demasiado de sus piernas y que versaran más sus lamentos hacia las quemaduras provocadas por el sol.
Lo cierto es que no había más que verlos para entenderlo, rojos como gambas y la marca de las camisetas de tirantes en su blanquecina piel. Para completar la estampa, también se distinguía en sus piernas la marca de las perneras compresoras. Podríamos hablar de lo que comúnmente se denominaría "moreno paleta", aunque creo que este tipo de bronceado corresponde más a lo que sería un "moreno ultrarunner", cada vez más de moda en nuestra sociedad.
Tras untarse hasta las cejas de protección solar, nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia el punto de partida de la etapa de hoy. La salida desde Maó nos hizo coincidir, durante el trayecto en carretera, con algunos corredores de la Ultra trail Camí de Cavalls que, casualmente, se celebra también este fin de semana con diversas distancias y distintos recorridos.
En fin, que está toda la isla llena de "tarados" como nosotros saltando entre las rocas de los acantilados. No desperdiciamos la oportunidad de animar y saludar a todos y cada uno de ellos con los que nos íbamos cruzando. Sólo los de nuestra especie pueden entender que se pueda disfrutar sufriendo y eso da lugar a una enorme complicidad y empatía entre todos los runners del mundo.
La etapa de hoy era plácida y bonita, repleta de playas espectaculares. Salimos de Es Castell y atravesamos Punta Prima, Binbèquer, Es Canutells, Cala en Porter, Llucali y Son Bou, antes de llegar a Cala Tomás. Hacía un día casi de verano, mucho calor y poco viento.
Por fin, tras tres días por el mítico Camí de Cavalls, se vieron caballos, además de más vacas, una de las cuáles, por cierto, casi embiste a Alejandro que se arriesgó a desafiarla al ponerse a un palmo de ella. En el trayecto se cruzó también una señora de unos setenta años, que iba haciendo todo el camino en autosuficiencia cargando un mochilón en la espalda. Algo que no pasó desapercibido para Jesús que quiso hacerse una foto con ella. Alejandro volvió a sufrir, pero eso no le impedía seguir con sus excentricidades, hoy además de la colonia también iba con un sobre de Ketchup en la mochila. No ha querido contarnos porqué.
La verdad es que de estas experiencias siempre nos queda un recuerdo agradable, pero si bien es cierto, que como me contaba Alejandro, hay momentos en que el sufrimiento y el cansancio es tan grande que llegas a dudar de que esto pueda ser algo agradable. Sea como sea, hoy han caído otros 48 kilómetros y ya falta poquito para conseguir hacer de este reto una realidad. Mañana resta otra Maratón para llegar a nuestra meta y será cuando valoraremos realmente la grandeza de este propósito.