La cadera es una de las articulaciones más robustas del cuerpo humano pero dentro del colectivo runner está considerada como un punto débil. No falta razón, pero tampoco hay que alarmarse.
La cadera está diseñada para soportar el peso de nuestro cuerpo mientras estamos de pie pero también debe permitirnos movimientos lentos (caminar) y rápidos (correr, saltar), tanto hacia delante como en cualquier dirección. Por lo tanto, tiene que ser firme y móvil.
Cuando caminamos, la cadera recibe dos impactos cada vez que ponemos el pie en el suelo: el primero al chocar el pie con el suelo y el segundo al iniciar la propulsión. Estos impactos llegan a ser de cuatro veces el peso corporal y aumentan con el incremento de velocidad. Al correr, en cambio, la cadera sólo recibe un impacto pero este es de hasta ocho veces el peso corporal y también aumenta con la velocidad.
Según estos datos, correr es más lesivo para la cadera que caminar (y no le falta razón) pero nuestro cuerpo es capaz de adaptarse. Los impactos, si se reciben de manera gradual, fortalecen la estructura ósea y, lo que es más importante, el impacto será también menor si tu técnica es buena. Esta es la conclusión a la que llegaron los investigadores Georgios Giarmatzis: aunque el impacto sobre el suelo aumenta de manera lineal con respecto a la velocidad, este impacto al llegar a la cadera aumenta de manera individual. Es decir, con una buena técnica, el impacto es menor que con una peor técnica. ¿Lo sabías?
Por lo tanto, empieza a correr de manera progresiva y no olvides que la buena técnica es la garantía para que no te lesiones.