TransGranCanaria 2018 “Una meta, un sueño”

TransGranCanaria 2018 “Una meta, un sueño”

Ha pasado ya un buen puñado de días. Hemos meditado lo conseguido con perspectiva y aún así, el recuerdo de la "Trans" sigue retumbando en mi pensamiento fuerte “como las piedras del camino” en esta TransGranCanaria 2018 (en las piernas ya no, afortunadamente). La mezcla de emociones y sentimientos sigue muy viva todavía en mi cabeza.

A primera hora del 22 de febrero tomaba el avión con los nervios en mi mente y en mi estómago, muy parecido a cuando debuté en maratón de asfalto hace más de diez años; ahora iba a estrenarme en una maratón de montaña.

La ilusión, la fuerza y la confianza en el duro trabajo de todo un año preparando la carrera trataban de atenuar esas sensaciones. Quien me conoce sabe que mi capacidad de sufrimiento y mi moral son generalmente ilimitadas, otra cosa es cómo se comporten las piernas, algo más difícil de controlar. Tenía miedo de los temidos calambres que ya me han sucedido en alguna ocasión en larga distancia.

Ha sido un año duro desde que en enero de 2017 fui papá por vez primera. Ni los entrenamientos ni el descanso son lo que eran. Hay que hacer una adaptación, lo mismo en esto del "Trail" que en la vida misma.

Creo que tenemos un mérito terrible. Hacemos esto por "placer", por alimentar nuestro ego y nuestra autoestima, nada más... No aspiramos a una buena posición, sólo a cruzar la meta disfrutando de un humilde e ínfimo momento de gloria. Al menos en mi caso.

Cuando recogí el dorsal y bolsa del corredor en el ExpoMeloneras de Maspalomas observé con curiosidad fuera de la "Trail Zone" la línea de meta, pensando que en 24 horas sería yo quien corra sobre ese tapiz rojo, poniendo fin a la maratón.

Después decido abstraerme de todo un poco y me voy a pasear por la playa. Maspalomas es habitualmente mi lugar de entrenamiento en verano. Por eso afrontar también este pequeño desafío personal aquí en Gran Canaria es "emotivo y especial".

Regreso a Las Palmas para descansar. A media tarde preparo todo el material de carrera y no he terminado de hacerlo aún cuando la organización avisa que la salida se retrasará 24h por culpa del temporal, hasta la mañana del sábado (salida conjunta con el resto de categorías).

En un primer momento, la suspensión cae "como una pesada losa" sobre mí, y lo primero que pienso es que volveré a Madrid sin correr. Mi vuelo de regreso no sale hasta las 18:30h con lo que podría correr aunque complicándose hasta hacer de ese sábado un día largo y duro. Para colmo, el domingo tocaba trabajar.  Mi rostro debía ser todo un poema en esos momentos.

Entre mis compañeros de Club hubo quien incluso pensó en llevarme a entrenar a primera hora en la zona de Tamadaba, por la que discurre la carrera que organiza nuestro Club a primeros de Diciembre, la Tamadaba Trail Tour, si finalmente no podía participar en la "Trans" por el escaso margen de tiempo. Debo comentar que la ganadora de la prueba reina de 125kms, la polaca Magda Laczak, ganó la Tamadaba hace un par de años.

Debemos esperar otro día, lo que acentúa más mi notable estado de nerviosismo. La lectura positiva del asunto: voy a poder participar, y además cuento con una noche entera de sueño reparador el jueves, y otras 24h más de descanso extra el viernes. Se confirma la ventana de buen tiempo para el sábado hasta que aparezca una nueva borrasca el domingo. Así que finalmente salimos.

La noche previa a la competición, aunque cueste creerlo, no dormí especialmente mal. A las cuatro y poco de la mañana estoy en pie, me visto, desayuno y marcho a tomar la "guagua" hacia la salida desde Fuente Luminosa, en Las Palmas. A eso de las 6:30h llegamos al Campamento Garañón. Todavía queda mucho. Una hora y media para ordenar pensamientos. Cuerpo y mente llevan ya muchos días deseando salir de una vez por todas para poner punto final a mi estrés.

Suena la música en los momentos previos a la salida; reconozco que al oír "Mi Gran Canaria" de Los Gofiones, se me pone la piel de gallina. Últimos sprints antes de partir, algo liviano, tengo 42kms por delante para calentar. Y salimos.

La primera parte del recorrido, en alta montaña, es la más bonita, aunque también la más dura. Aunque ya tenía decidido apostar en este tramo inicial de carrera por un ritmo conservador, la piedra castiga las piernas a partir del km0. En el km7'5 me adelanta como un rayo Cristofer Clemente, con casi 90kms en las piernas; le felicito al rebasarme admirado del potencial físico del gomero, aunque no sé si llegaría a oírme... Para entonces mis cuádriceps ya parecían cargados y cansados e inevitablemente comenzaban a surgir ciertas dudas; el panorama me asustaba un poco.

El primer avituallamiento en Tunte (km.12´5) lo hago corto...; esa era la idea, algún dulce y reponer líquidos, nada más. Respetamos los puntos previstos para las tomas de geles y sales durante el recorrido, y cumplieron perfectamente su función. La salida del pueblo y el tramo inmediatamente posterior en subida son exigentes, así que no arriesgo y alterno con el CA-CO.

Mi peor momento de la empieza aquí. El descenso hasta el AV2 en Ayagaures (km.24´6); el cinturón de hidratación no termina de ajustarse bien a la cintura, se mueve, me inquieto, y eso también lo complica algo más. Cruzamos la presa y llegamos al pueblo. Segunda parada algo más larga. Nos despojamos de la manga larga y reponemos fuerzas con unos avituallamientos perfectos, todo muy completo y variado.

Decido volver a ser CACO en la salida de Ayagaures, andando cómodo, todo lo ligero que puedo ir en este ascenso. Aprovecho para ajustar correctamente el cinturón de una vez por todas, e incluso llamo a la familia para tranquilizarla y contar que a estas alturas de la prueba nos encontramos razonablemente bien.

Una vez superamos el tramo del pueblo en ascenso, empiezo a encontrarme fenomenal, muy confiado y muy seguro. Todos me lo habían dicho: hay que llegar al comienzo del Barranco de los Vicentillos con fuerzas, y apretar al final, si puedes. Observo que este tramo largo, pesado y muy seco, es el que causa más estragos. El típico barranco canario con mucha piedra, poco asentada y donde es mucho más sencillo pisar mal y lesionarse el tobillo. Fue menos complicado de lo que esperaba por las lluvias del día previo, pero exigió ir de menos a más y tomar ciertas precauciones.

El cañón se hace eterno, pero la salida del mismo deja entrever ya las primeras construcciones de Maspalomas asomando por Sonnenland. Pasar por lugares familiares que me dan un plus de fuerza para afrontar el último tramo y llegar al avituallamiento, en Parque Sur (km.38´4) muy cerca de finalizar.

Finalmente, cruzamos meta en 5h38’. Es un sueño y una meta que se cumplen, como reza el eslogan de la Ultra Grancanaria, la recompensa al esfuerzo deportivo del año que se plasma en una sonrisa de oreja a oreja. No se puede explicar, hay que vivirla intensamente y con pasión, y si puede ser compartida junto a los tuyos.

Muchas personas tienen parte de culpa en este pequeño éxito personal, cada uno a su manera; ellos saben perfectamente quiénes son, pero conviene recordarlo. Mil millones de gracias a Azucena, a José Manuel, a Rafa y su familia. Pero sobre todo a mi mujer y mi hija, que me sufren y que comprenden esta pequeña locura runner que resulta ser mi principal válvula de escape ante la vida cotidiana.

Gracias también a la organización y gracias a toda la gente de Arista Eventos por su excepcional trabajo a todos los niveles, especialmente a Wendy Cruz, del Dpto. de prensa. Tampoco hay que olvidarse del inmenso esfuerzo realizado por otra pieza fundamental para el éxito de este tipo de eventos, los voluntarios.

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