Más que como moda o tendencia, sobre todo en los Estados Unidos, el simply run surge de la necesidad de aprovechar cualquier momento o resquicio temporal para salir a correr.
El ejemplo del practicante clásico del simply run es un corredor con una agenda laboral saturada, el típico ejecutivo ocupadísimo que aprovecha la media hora que tiene hasta la próxima reunión o el siguiente vuelo para cambiarse, dar un par de vueltas al hotel el que se hospeda en 10 minutos, ejecutar una pequeña tabla de ejercicios pilométricos, ducha rápida y otra vez al tajo.
El asunto no es baladí. Sus practicantes aseguran que mentalmente el ejercicio, aunque breve, es muy reconfortante. Sin duda, entre no hacer nada ese día y correr aunque sean diez minutos hay un abismo. Lo confirma el estudio publicado por el instituto Cooper: el grupo de personas que practica habitualmente el simply run obtiene una mejora de su esperanza y calidad de vida similar a la del runner que no perdona su hora diaria de rodaje.