Tras siete semanas de parón obligado por lesión, durante las que corrí realmente poco -pero que muy poco-, la semana pasada retomé finalmente los entrenos.
Durante este tiempo, lógicamente, no he estado inactiva; he buscado actividades alternativas para mantener el cuerpo en movimiento y la cabeza despejada, pero aún así mis piernas han notado este paréntesis.
Los cuatro días de entreno notaba las piernas lentas, pesadas… imposible alcanzar un ritmillo decente. También contribuyó a esta pesantez el hecho de pasar por el fisio, pero bueno, eso dura un día y no toda la semana. Total, que voy lenta. Pero voy, que ya es mucho.
No tenía en mente correr ninguna carrera, con estas premisas, pero mi prima me tocó la fibra sensible preguntándome si nos apuntábamos a una carrera solidaria. Y yo, que soy facilona para estas cosas, pues acepté la propuesta al vuelo y allí me presenté ayer con mi dorsal.
Ya sólo el calentamiento me cansó. Y eso que iba charlando con un buen amigo.
Mientras íbamos y veníamos, fui viendo caras de chicas de mi nivel y al momento, lo tuve claro: ¡Chata, hoy el podio no lo catas ni por categoría!
Pistoletazo de salida y arranqué a un ritmo controlado – muy lento en relación a mis tiempos previos a la parada obligada – pero al que me permitían las piernas sin morir en el trascurso de la carrera. La idea era vivir la mañana como un entreno de calidad, y así iba mentalizada.
Una de mis “rivales” y amiga enseguida me adelantó. Delante veía alguna que otra melena, más rápida que yo, lo que venía a confirmar mi impresión: podio, ni de lejos.
Pero las piernas entraron en calor, fueron cogiendo el gusto a esto de volver a competir y, sin darlo aún todo, me permitieron ir avanzando posiciones. Iba sin demasiadas referencias, pero veía que no iba mal.
En el km5 oí a una chica del poco público que había en el recorrido que me decía “¡Venga, dale, que vas primera!”. ¿Primera? Me pregunté a mi misma. Pues sí, iba primera. No me lo podía creer. ¡Qué subidón, qué alegría!
Conseguí mantener el ritmo durante la segunda mitad de la carrera y volví a vivir esa maravillosa sensación cuando ves a los voluntarios, muy amables, simpáticos y grandes, corriendo porque te ven llegar y preparan la cinta en la meta y no sabes si subir los brazos para saludar o parar primero el GPS, sonreír a cámara….
Fue una mañana espectacular, con una premiación fantástica, que, entre otras cosas, incluía un ramo de flores. ¡Precioso! Es uno de los reconocimientos que más ilusión me hacen.
Esto es, lo que se dice, empezar con buen pie.