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Yuki Kawauchi, el runner kamikaze

Apodado “Citizen runner” por la prensa nipona, Yuki Kawauchi es un maratoniano que ha roto moldes, no solo en Japón. Funcionario de profesión en una universidad tokiota, trabaja ocho horas diarias de lunes a viernes y entrena al acabar su jornada laboral, no sobrepasando de los 600 kilómetros mensuales, la mitad que un corredor profesional.

Su rendimiento, sin embargo, es asombroso. En 2011 logró la clasificación para el Mundial de Daegu al ser el primer japonés en el maratón de Tokyo, su ciudad natal, en el que logró un registro de élite (2.08.37 horas), y posteriormente las medalla de plata por equipos en el Mundial surcoreano.

En 2012 llegó a correr, con registros aceptables, hasta diez maratones, aunque no pudo meterse en el equipo olímpico. En la presente temporada participó en el Mundial de Moscú, acabando decimoctavo.

Autodidacta por convicción, Kawauchi no quiere dejar de trabajar y ha renunciado a fichar por un equipo profesional. Acosado por las lesiones en su etapa juvenil, asegura que entrena lo justo para no volver a romperse y reserva para los fines de semana las tiradas largas, en las que a veces llega hasta los 50 kilómetros.

Pero lo que más ha cautivado a los aficionados japoneses de este maratoniano de 26 años y apenas 60 kilos de peso, es su rictus de agonía en los finales de carrera. Kawauchi aprieta los dientes, cierra los ojos y se lanza, como un kamikaze hacia la meta, desplomándose la mayoría de las veces al atravesar la línea de llegada. Él mismo admite que gracias a su capacidad agonística ha podido superar hasta ahora  su déficit de entrenamiento y sus limitaciones físicas, lo que le ha convertido en un símbolo en el país de los samurais.

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